En su viaje hacia la plenitud, el alma tiene varias travesías que realizar. Las travesías más dificiles del alma comienzan en la infancia. Los traumas son aquellas experiencias que, por su intensidad emocional nos debsordan e impiden una respuesta asertiva de parte nuestra. Como niños carecemos de muchos recursos para hacer frente a los comportamientos agresivos, abusadores y descalificadores de los adultos. Digamos que, los traumas psicologicos son todas aquellas experiencias que marcan negativamente la vida de una persona. En un taller de Constelaciones Familiares Sistémicas vimos el sufrimiento de un niño cuando su mamá para ir a trabajar lo dejaba en un lugar donde abusaban sexualmente de él y lo ponían a vender droga. La mamá trabajaba como interna en una casa, ignoraba lo que pasaba con su hijo, los adultos le decían que lo iban a matar a él y a su mamá si contaba lo que sucedía. El discípulo se dirigió al maestro para tener un encuentro espiritual. El maestro le previno: Solo contestaré tres preguntas, amigo mío. Piénsalas muy bien. Tras unos instantes de reflexión, el discípulo preguntó: ¿Cuál es la verdad más profunda? El maestro repuso: Un árbol en el jardín. Entonces el discípulo preguntó: ¿Qué es la iluminación? El maestro respondió: Un árbol en el jardín. Consternado el discípulo preguntó: ¿Qué es la sabiduría? El maestro contestó: Un árbol en el jardín. Añadió el Maestro: la sabiduría puede ser todo, pero a la vez es inasible a la mera conceptualización. Los maestros del oriente evitan dejarse atrapar por las preguntas de sus discípulos, puesto que si les responden de una manera conceptual no lograrán éstos salir de su circuito cerrado de la mente.
Nadie está exento de enfrentar una situación o momento dificil. Será la actitud y reacción de los padres, cuando somos pequeños, de donde el niño puede tomar la fuerza necesaria para avanzar. Si la reacción y la actitud es negativa, desentendida o desconectada el alma del niño comenzará una travesía dificil que tendrá dos expresiones. La primera, el consentimiento. Los padres se dedican a dar compensaciones positivas excesivas. Esta es una forma de tratar de compensar el sentimiento de culpa. El niño no tomará recursos y, más adelante, cuando tenga otras situaciones dificiles, se sentirá no sólo sin recursos, sino también desválido y buscará que los demás le solucionen todo. La persona se convertirá en un recostado, por su propia cuenta no tomará ninguna iniciativa. La segunda será el resentimiento. El niño se ve sometido a la alternancia entre la complacencia de uno de los padres y la frustración del otro. El hijo no sabe que camino tomar y, volcará hacia los padres un sentimiento de enojo y rabia bastante fuerte. En algunos casos, el hijo llegara a conductas autodestructivas: abuso de sustancias alucinogenas, promiscuidad, relaciones de pareja bastante dificiles. Cada intervención de los padres, será una oportunidad para hacer una descarga de insultos, manipulaciones y castigos. Volver a conectar el hijo consigo mismo va a ser una tarea muy dificil debido a la falta de compromiso y buena disposición. Cuando los padres no han trabajado sobre sí mismos carecen de herramientas y, sí tienen que resolver algo dificil, en relación con sus hijos, generalmente, se sentirán confundidos y lo único que lograrán hacer, de manera perjudicial, lógicamente, es dar tumbos. La tercera ruta que el alma emprende, en medio del trauma, está relacionada con las actitudes perjudiciales. Al respecto, José Dúnker escribe: “Un individuo sometido permanentemente a situaciones de consentimiento o de resentimiento desarrolla actitudes que al principio se pueden considerar normales, pero, luego se fijan y organizan como rasgo del carácter. Esta es una idea elemental aceptada por todas las escuelas de la conducta: que el carácter se aprende a partir de los estímulos del medio. Un ejemplo de esto puede ser la persona que recibe poco afecto en su niñez, y luego desarrolla una actitud desconfiada u hostil. Otro ejemplo es una persona que se cría con demasiada dependencia, y que luego no sabe poner fronteras con el sexo opuesto”. La cuarta ruta que el alma emprende son los conflcitos permanentes y las frustraciones sucesivas. En esta ruta, la persona sólo sabe relacionarse desde el conflcito. Una veces, se presenta como vícitima y otras, como victimario. Conocí una mujer envuelta en esta dinámica. Los conflcitos que se vivían en la familia arrancaban siempre en las actitudes agresivas de esta mujer. Ella es la que demanda y difama a sus hermanos. Después, visita todo tipo de personas que la puedan bendecir y ofrecer recursos espirituales que la protejan del mal, de las insidias del enemigo, de las fuerzas oscuras que provienen de sus hermanos. Estas personas ignoran el principio de circularidad: el bien que hacemos retorna y, a veces, también el mal. Digo a veces, porque no siempre el mal que experiementamos tiene que ver con una acción nuestra, sino con una sombra del otro. Las frustraciones sucesivas están relacionadas con la incapacidad de aceptar que, los padres, la mayoría de las veces, han intentado hacer las cosas lo mejor que podían con los recursos que tenían a su alcance. Muchas veces, no eran lo mejores ni los más adecuados, pero era lo que había. Cuando las personas no han aprendido a satisfacr sus necesidades infantiles pasan por la vida buscando chivos expiatorios. Dice José Dúnker: “Una vida llena de conflcito como de frustración sólo corresponde a la inmadurez propia de la persona. Echar la culpa a los demás nunca resuelve nada”. Vivir chocando con los demás, sólo refleja que no hemos sido capaces de conectar con la vida. La quinta ruta de escape es una vida estresante. Dice José Dúnker: “Se trata de un mecanismo saludable que nos prepara para la lucha o la huida. Implica básicamente un aumento de la disponibilidad de energía para pelear o correr. El estrés implica los siguientes cambios: aumento de la presión arterial; aumento del flujo sanguíneo a los músculos activos con disminución simultánea del flujo sanguíneo a órganos como el tubo digestivo o los riñones, que no son necesarios para la actividad motora; aumento de las tasas del metabolismo celular en todo el organismo; aumento de la tasa de colesterol en suero; aumento de la concentración sanguínea de glucosa; aumento de la glucólisis en el hígado y en el músculo; aumento de la fuerza muscular; aumento de la actividad mental, y aumento de la velocidad de coagulación sanguínea”. Sabemos que, si el estrés se vuelve crónico, la vida se vuelve disfuncional. El estrés crónico se convierte en ansiedad y ésta en un trastorno psicológico. Partir es, ante todo, salir de uno mismo. Romper la coraza del egoísmo que intenta aprisionarnos en nuestro propio yo. Partir es dejar de dar vueltas alrededor de uno mismo. Como si ese fuera el centro del mundo y de la vida. Partir es no dejarse encerrar en el círculo de los problemas del pequeño mundo al que pertenecemos. Cualquiera que sea su importancia, la humanidad es más grande. Y es a ella a quien debemos servir. Partir no es devorar kilómetros, atravesar los mares o alcanzar velocidades supersónicas. Es ante todo, abrirse a los otros, descubrirnos, ir a su encuentro. Abrirse a otras ideas, incluso a las que se oponen a las nuestras. Es tener el aire de un buen caminante (Helder Cámara) Francisco Carmona
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