Hoy, los creyentes católicos asistiremos a una escena bastante curiosa. El pueblo es invitado, por Poncio Pilato, a elegir entre Jesús y Barrabás. El primero, nos cuenta Flavio Josefo, historiador judío, pasó por la vida haciendo el bien: curando a los enfermos y consolando a los tristes. El segundo, es un reconocido ladrón y asesino. El pueblo elige la libertad de Barrabas y la condena a muerte de Jesús. Lo que sucedió es bastante extraño e incomprensible para la mente y el corazón que juzgan. De no ser así, Jesús no habría cumplido su destino y realizado su misión. Como el mismo Jesús lo afirma: “es necesario que así sucediera para que se revelara la Gloria de Dios”. Tenemos la tendencia a actuar, desde el campo psicológico, de acuerdo a la imagen internalizada de nuestros padres. Para el pueblo judío, así como lo mostró Freud, Dios es un Super Yo castigador, apegado a la norma y dispuesto siempre a condenar. Jesús fue condenado por blasfemo. El pueblo no pudo soportar, como tampoco la cultura actual, que Dios en lugar de ser un Super Yo, sea la fuerza interna que nos revela nuestra verdadera identidad. “Así que, cuando se reunió la multitud, Pilato preguntó: ¿A quién quieren que suelte: a Barrabás o a Jesús, al que llaman Cristo? Pilato sabía que habían entregado a Jesús por envidia. Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa le envió el siguiente recado: No te metas con ese justo, pues, por causa de él, hoy he sufrido mucho en un sueño. Pero los jefes de los sacerdotes y los líderes religiosos persuadieron a la multitud para que pidiera a Pilato soltar a Barrabás y ejecutar a Jesús. ¿A cuál de los dos quieren que suelte? preguntó el gobernador. A Barrabás dijeron ellos. ¿Y qué voy a hacer con Jesús, al que llaman Cristo? preguntó Pilato. ¡Crucifícalo! respondieron todos. Pero él dijo: ¿Por qué? ¿Qué crimen ha cometido? Pero ellos gritaban aún más fuerte: ¡Crucifícalo! Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos delante de la gente. Soy inocente de la muerte de este hombre dijo. ¡Allá ustedes! ¡Que la culpa de su muerte caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! contestó todo el pueblo. Entonces soltó a Barrabás; pero a Jesús lo mandó azotar y lo entregó para que lo crucificaran” (Mt 27. 17- 41)
En la psicología profunda, se considera que, para comprender a la psique, también es necesario entender la experiencia religiosa. Aunque nos cueste admitirlo, la esencia o naturaleza del alma es profundamente religiosa. El anhelo más profundo que tiene el alma está relacionado con llegar a ser Una con Dios. Más que religiosa, el alma es mística. La experiencia de Dios hace posible que el alma conozca su identidad y alcance su individuación. De ahí que, en algún momento, Jung llegará a considerar la enfermedad mental como la expresión de que el camino de la individuación está siendo truncado, bien por la influencia de la consciencia familiar o por la resistencia que nosotros ponemos ante el propio destino. Muchos, han dejado de sufrir y enfermar cuando han sido capaces de asentir a su vocación, a su destino o a su identidad. Lo que sucedió, cuando la gente eligió a Barrabás, en lugar de Jesús, se conoce en Constelaciones Familiares como “dinámica de identificación”. Al respecto escribe Mario Carlos Salvador: “A través de la identificación se incluye a una persona excluida, a un asunto no resuelto o inconcluso del sistema familiar”. A través de la identificación se busca recuperar la integridad del sistema familiar o de la comunidad religiosa. Recordemos que, en el sistema interno del pueblo judío, actúa lo que el profeta Isaías denunció en varias ocasiones: “Dijo entonces el Señor: Por cuanto este pueblo se me acerca con sus palabras y me honra con sus labios, pero aleja de mí su corazón, y su veneración hacia mí es solo una tradición aprendida de memoria” (Isaías 29, 13). Aquello que no se ha hecho propio, interiorizado, difícilmente, genera actitudes coherentes con la vida, con lo que se profesa con la boca pero, no con las actitudes hacia la vida. El pueblo de Israel, curiosamente, está más identificado con la imagen del malvado, del que comete injusticia y practica la maldad que, con el hombre de corazón limpio, que busca el bien, sana y reconcilia a quienes están cerca de él. En el inconsciente, las personas que hacen el mal son vistas como héroes. La forma como se relata la historia del que hace el mal, termina generando el deseo de parecerse a él. No en vano, cada día aumentan el narcotráfico, la estafa, el tráfico de personas, el desfalco de las instituciones. Los que actúan de esta forma, se presentan ante el pueblo como salvadores o víctimas del sistema. Jesús es presentado como una amenaza para el pueblo. Dice el sumo sacerdote: “Es mejor que perezca uno, que no todo el pueblo”. A Barrabas se le puede tener bajo control; en cambio a Jesús, a su mensaje, resultaría algo difícil de hacer. Según las constelaciones familiares, el inconsciente familiar o religioso, como en este caso, actúa de manera autónoma. El profeta Amós había denunciado en su momento, la facilidad con la que se vende por un par de sandalias a los pobres y se asesinan, en Jerusalén, a los profetas. Todas estas cosas, denuncian los profetas se han hecho con la bendición de los sacerdotes del templo. Sabemos que, la consciencia del sistema exige, ante todo, lealtad. Si los sacerdotes del templo dicen que, Jesús es un blasfemo y una amenaza, aunque lo hayamos visto hacer el bien y curar a nuestros amigos y familiares, son ellos los que dicen la verdad; en consecuencia, hay que hacer lo que ellos digan. No sea que el pueblo entero caiga en el pecado por ir en contra de la autoridad que representa a Dios. No en vano, cuando Jesús muere, el velo del templo se rasga en dos de arriba abajo (Mt 27, 51) Señala Carl Gustav Jung: “Cuando trabajaba en mi árbol genealógico, entendí la extraña comunión del destino que me une a mis antepasados. Tuve el fuerte presentimiento de que estaba bajo la influencia de actos y problemas que quedaron incompletos, no resueltos por mis padres, mis abuelos y mis otros antepasados. Tuve la impresión de que a menudo en la familia hay un karma impersonal transmitido de padres a hijos. Siempre pensé que tenía que responder a preguntas ya hechas a mis antepasados o que tenía que concluir, o continuar los problemas no resueltos previamente”. Uno de los temas que, según la Sagrada Escritura, marcó profundamente la relación entre Dios y el Pueblo de Israel fue el de la fidelidad de Dios y la infidelidad del pueblo. Mientras que, Dios siempre estaba dispuesto a mostrar su fidelidad, el pueblo corría detrás de dioses extranjeros. El clímax de este conflicto llega cuando el pueblo decide la muerte del Hijo único de Dios, de nuevo, rechaza a Dios. La consciencia nos impulsa a retomar los asuntos pendientes del sistema al que pertenecemos. El rechazo a Dios es una cuestión que ha marcado el camino de la humanidad. La fidelidad de Dios siempre ha estado presente. De nuevo hoy, tenemos ante nosotros la pregunta: ¿aceptar y acoger a Dios o continuar rechazándolo como muestra de lealtad al sistema al que pertenecemos? Recordemos que, si Dios no está presente, todo está permitido. Si Dios está presente, hay un límite para nuestros impulsos autodestructivos porque Dios nos revela lo que somos. Dios nos conecta con las fuerzas que conducen a la vida; su ausencia nos dejan a merced de lo que nos destruye. Este día nos revela que, una vida fracasada, según los criterios del mundo, puede ser portadora de una gran bendición: el reencuentro con nosotros mismos. Estamos invitados a ver en nuestro interior las partes que componen nuestro sistema interno y cómo se manifiestan entre dos polos: fusionarnos con las fuerzas que amenazan con destruirnos y mantenernos en un estado indiferenciado, disociado o conectarnos con nosotros mismos, con lo que constituye nuestra identidad profunda, aunque suponga alejarnos de la consciencia colectiva. Conectados con nosotros mismos, aunque nos sintamos apartados del conjunto, podemos realizar el deseo más profundo del alma: ser Uno con Dios en el amor que se entrega y se hace vida. Sin conexión con nosotros mismos y con Dios, podemos caer, fácilmente, en el abismo de la oscuridad, la maldad y la muerte. Este es Jesús. El crucificado. El resucitado. El carpintero. El excluido y silenciado. El explotado. El vendido y entregado. El amigo y compañero. El de los milagros. El que escandaliza. El que se junta con los pecadores. El que anda con mujeres, sus amigas. El que celebra la vida. El que lava los pies. El que hace cosas que no entendemos. El que vive lo que hace. El que abraza. El que tiene miedo. El que camina sobre el agua. El que sana y sigue andando. El burlado y maltratado. El que tiene autoridad. El abandonado por los suyos. Rey y pobre. Sacerdote y víctima. Profeta y Palabra. Este es Jesús…El Milagro de la Cruz. Amante asesinado. Vida que sangra y riega su Reino. ¡Cuídenlo! Lo mío está cumplido. Susurra, gritándonos (Marcos Alemán, sj) Francisco Javier Carmona
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