En el Evangelio, los endemoniados son personas incómodas, no sólo por sus patrones de conducta, sino también por la desproporción en sus reacciones y, por la forma turbia en la que sus pensamientos se organizan y expresan. A diferencia de la sociedad que, intenta encadenar, apartar y excluir a estas personas, Jesús entra en contacto con ellas, las acompaña y les ayuda a conectar con su centro vital, para que puedan experimentar que la unidad interior es una realidad en ellas. Entre los discípulos más destacados de Jesús está María Magdalena, una mujer de la que el Evangelio dice: “Jesús expulsó de ella siete demonios”. En lugar de apartar, Jesús se dedica a sanar a quienes tienen roto y destruido el corazón. Una tarea difícil, pero en la que Dios está absolutamente presente. En España hay una orquesta que se dedica a “reciclar niños con el corazón roto”. Esta orquesta está compuesta, según Almudena Colorado, por 27 jóvenes provenientes de sectores no sólo marginales, sino también en condiciones de mucha vulnerabilidad. Como dice Almudena, “A estos jóvenes, nadie les ha brindado un aplauso, un reconocimiento, una expresión sincera de cariño”. Los iniciadores de este proyecto, sin lugar a duda, entendieron el mensaje de Jesús de curar endemoniados, limpiar leprosos, devolver la vista a los ciegos, resucitar muertos. Cada vez que, ayudamos a alguien a no sucumbir ante las dificultades de la vida, creamos o no en Jesús, estamos realizando su misión y la que encargo a sus discípulos llevar adelante.
Escribe Almudena Colorado: “Estas historias me recuerdan mucho a cada una de las personas a las que Jesús curó. Quizás el milagro no sea solo esa especie de cura inexplicable que se obra en las personas (los ciegos ven, los sordos oyen, los endemoniados recuperan su dignidad…), sino algo más profundo: la recuperación íntegra de la persona desde su ser más profundo. Una recuperación que permite a la persona volver a ser parte de esta sociedad; volver a sentirse útil, aceptada y querida. Una recuperación que empieza por ese querer ser curado de la propia persona. Como el ciego de Jericó, el cual, al ser preguntado por Jesús acerca de qué quería que hiciera por él, no duda en responder: Señor, que vea. Quizás le faltó añadir esa coletilla que popularizó una conocida marca de champú: Porque yo lo valgo. ¿Por qué no? Jesús también creyó que lo valía. Creámoslo todos, tanto de los demás, como de nosotros mismos”. En el Evangelio de Juan hay un momento de mucha tensión. Los judíos se dividen por la atención que, algunos le prestan a las palabras de Jesús. “Muchos de ellos decían: “Está endemoniado y loco de remate. ¿para qué hacerle caso?” Un comentario, sobre ese pasaje, contiene la siguiente reflexión: “Es verdad que puede parecer temerario arriesgarse a amar a tu manera, a gastar la vida sin demasiadas reservas, a buscarte aunque te nos escondas un poco. Y, con todo, mejor ser capaces de vivir esa lógica que nos hace los más locos del mundo, y los más humanos. Nadie da nada por nada. Piensa mal y acertarás. Todo tiene un precio. El que pega primero pega dos veces. Calumnia, que algo queda. Dios no existe, así que disfruta de la vida. Refranes de siempre, eslóganes de ahora. Y frente a ellos, se alza, desnuda, esa otra verdad tuya que invita a amar sin esperar nada a cambio. A partir tu pan con el hambriento y tu túnica con el desnudo. Esa forma tuya de tener siempre una palabra y un gesto de acogida para cada persona, al margen de etiquetas y de prejuicios. Esa forma tuya de saber que cada persona es un tesoro único que Dios ha puesto en este mundo para que dé fruto”. Cada uno tiene la tarea de hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué quiero transmitir con mi vida? La misión necesariamente no tiene que ser espectacular. Para algunos, la misión puede ser construir una familia y acompañar a los hijos. Para otros, puede consistir en irradiar esperanza y confianza en el lugar donde trabajan o viven. Algunos, han encontrado la misión en la enfermedad, en la separación o en un fracaso económico. También está quien descubra que el sentido de su vida está en una Congregación religiosa o en una institución que sirve a una causa humanitaria. Al respecto escribe Anselm Grün: “a la hora de comprometernos con una misión, estamos invitados a ir más allá de la sensación de bienestar, para implicarnos en un trabajo que sea una bendición para los demás” La espiritualidad recuerda, de manera constante, que en el alma y en el corazón de cada ser humano está presente el anhelo de aprovechar la vida, de vivirla plenamente. Todos también tenemos que luchar con el demonio del pero, de aquello que impide entregarnos generosamente a la misión, a lo que sentimos que expande nuestra vida porque la llena de sentido. Anselm Grün señala: “Cuando aparece el demonio del pero es difícil dialogar con él. Cuando estamos calculando, es difícil, que la entrega a la misión sea generosa. Jesús a este tipo de demonios los exorciza invitando a quienes lo tienen a ponerse en marcha, a tomar la camilla, a dejar de esperar que los tiempos cambien para atreverse a vivir plenamente”. En la vida es importante la reflexión, pero si no se pasa a la acción, la reflexión se vuelve estéril. María Magdalena se convierte en discípula de Jesús porque de ella salen los demonios que la encadenaban, que le impedían tener una visión clara de sí misma, de la vida y, por lo tanto, de lo que podía transmitir y hacer con su existencia. Jesús nos pone en contacto con nuestro verdadero centro, con el núcleo de nuestro ser, donde se origina la verdad sobre nosotros mismos. Nadie se transforma soñando la vida que desea sino comprometiéndose en alcanzarla. La vocación auténtica es el resultado del conocimiento y asentimiento de nuestra vida. La fidelidad a la vocación es la expresión de una identidad construida sobre un sólido fundamento. Cuando construimos la vida sobre la verdad y la autenticidad del ser; es difícil, que el demonio, la duda y la incertidumbre se apoderen del alma y del corazón. Si pienso lo que quieres que yo haga. Si tengo que hacer caso a tus palabras. Si quieres que te diga lo que pienso: es de locos. Si quieres que me quite las cadenas que me hacen sentir seguro aquí abajo; es como si me vaciaras las venas. Estás loco…Sólo te pido fuerzas para hacer de mi debilidad un férreo vendaval. Desde el convencimiento que tal vez hoy todo puede ser de nuevo realidad; que ya estás al llegar. De todas formas, sé que es necesario andar contra corriente en esta tierra, y que, en el fondo, merece la pena estar loco…(Alberto y Emilia) Francisco Carmona
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