El Akuma es reconocido, en la literatura de ficción, como el “Maestro supremo del Puño”. La persona akumatizada, fuera de sí, se siente en la obligación de enfrentarse con los demás y ganar cada batalla que emprende. El Maestro del puño es experto en descubrir las debilidades del otro y aprovecharlas para destruirlos y, de esta forma, aumentar su poder. He visto, en talleres y en consulta, personas tan heridas que, no les importa decir, hacer cualquier cosa en contra de los demás, aunque sea difamar, calumniar con tal de sentirse vencedores, de experimentar que están por encima de los demás. Una persona desbordada emocionalmente, por el dolor que no se siente capaz de curar, de acoger y contener, actúa ciegamente, no mide las consecuencias de sus actos ni el daño que puede llegar a causar. Lo que más me deprime es la absoluta vulgaridad de mi existencia. Jamás en la vida he hecho nada tan importante como para merecer la atención del mundo. Te equivocas si piensas que es la atención del mundo lo que hace que una acción sea importante, dijo el Maestro. Siguió una larga pausa. Bueno, pero es que tampoco he hecho nada que haya influido en alguien, ni para bien ni para mal...Te equivocas si piensas que es el influir en los demás lo que hace que una acción sea importante, volvió a decir el Maestro. Pero, entonces, ¿qué es lo que hace que una acción sea importante? El realizarla por sí misma y poniendo en ello todo el propio ser. Entonces resulta ser una acción desinteresada, semejante a la actividad de Dios.
El gran enemigo tanto del amor como de la fe no es la razón ni la falta de evidencia científica, como la reclaman los que presumen de creer en la ciencia y en basar el sentido de su vida en las afirmaciones que viene de ella, sino el Miedo. Allí, donde nos sentimos amenazados, real o imaginariamente, aparece una sensación desagradable que nos alerta y pone a la defensiva. Muchas reacciones nuestras tienen su origen en el miedo. El miedo perturba la psique, las arrastra hacia la ansiedad y, si la persona no logra ejercer control sobre él, termina convirtiéndonos en seres sumamente agresivos e incapaces de vivir armoniosamente las relaciones con los demás. El miedo es una fuerza capaz de crear un gran desorden emocional en nuestra vida y una enorme confusión espiritual. El miedo es una respuesta de sobrevivencia. La presencia del miedo nos cuenta que, la persona está bajo los efectos de una experiencia traumática que no se resolvió adecuadamente en su momento. El miedo le da vida al Maestro del puño. Las personas que descalifican a los demás, que se volvieron expertas en señalar los fallos de los demás e intolerantes cuando alguien les muestra sus fallos, antes que estar dominadas por el narcisismo están bajo los efectos del miedo que provocó una experiencia donde el alma no pudo resolver la impotencia, la ansiedad o el estrés de manera adecuada. El temor a que otros nos hagan daño, a que nos abandonen, a que se queden con las cosas que conquistamos o que destruyan nuestras relaciones de pareja es, según un artículo publicado en la Gaceta de la UNAM , algo infundado o aprendido. Mientras más irracional es el miedo, es más infundado. Es decir, no es propio. Francisco Sortres, profesor de la UNAM, escribe: “En los seres humanos, el miedo es una espada de doble filo. Es una alarma que permite responder a estímulos peligrosos. Si no pudiéramos reaccionar ante las amenazas, probablemente estaríamos muertos. Sin embargo, cuando es una alarma que suena todo el tiempo y sin que haya peligro, o nos lleva mucho tiempo recuperarnos de un evento traumático, se empiezan a generar desórdenes psiquiátricos. Imaginar permanentemente un peligro, hace que el cortisol se libere continuamente, se consuma todo el azúcar del cuerpo e incluso baje el nivel de respuesta inmunológica. Si eso uno lo arrastra todo el tiempo, se puede enfermar más rápido. En el cerebro también hay repercusiones: todo este cortisol aumenta el tamaño de la amígdala y disminuye las de otras regiones que son importantes para suprimir el miedo. En gente atemorizada o que pasó por un trauma muy fuerte y del que no se repone, reacciona muy rápido a cualquier estímulo aunque no sea amenazante”. El miedo fue una emoción que acompaño, durante un buen tiempo, a los discípulos de Jesús después de su muerte. El evangelio nos dice que, “permanecían encerrados, con las puertas aseguradas, por miedo a los judíos”. El mensaje del resucitado es: “No tengan miedo, yo he vencido”. Jesús resucitado está infundiendo todo el tiempo confianza en los discípulos y, en los que escuchan su Palabra. La confianza diluye el miedo porque nos conecta con las raíces sanas del alma. Provenimos de una Fuente que no sólo es amorosa sino que, emana amor todo el tiempo. Jesús, durante estos días previos a la ascensión, insiste, una y otra vez, en la necesidad de permanecer en el amor. La única forma de dar frutos consiste en permanecer en el amor. Hay muchas cosas que nos pueden apartar del amor. El amor cuando es auténtico no busca el mal, ni se goza en el sufrimiento. Tampoco es engreído; al contrario, siempre tiene puesto el delantal del servicio y la entrega. El amor, como lo enseña Jesús, permanece a través del tiempo y, a pesar de las circunstancias. Ese amor nos acompaña en las alegrías y nos sostiene en las luchas. El amor auténtico no presume, tampoco alardea de las cosas que hace en favor de los demás. El amor que viene de Dios nos desafía invitándonos a la reconciliación, a tender puentes donde la división amenaza con acabar las relaciones fraternas. La incertidumbre es como un tronco de leña que se acerca al fuego para hacerlo crecer o mantenerlo vivo. Mientras más grande es la incertidumbre más fuerte y agresivo es el miedo, más vida tiene el Maestro del puño. Al respecto, nos dice Thomas Merton en diarios de 1947: “No puedo saber lo que me espera, lo que nos espera, en adelante, pero cada vez soy más consciente de que Dios quiere que me ponga en Sus manos y le deje llevarme a través de las cosas que están por venir, y debo aprender a confiar en Él sin miedo ni preguntas ni vacilaciones ni pasos atrás”. La confianza nos devuelve al lugar seguro, a ese espacio donde el alma se siente acogida, abrazada, aceptada como es y, sobre todo, reconciliada. Si estás perdido en ese desconcierto de no saber a dónde va el camino y esta vida te lleva al desatino de andar sin rumbo solo en un desierto; si a veces añoras retornar al huerto y sentarte a la sombra de aquel pino para mirar al sol dormirse en el divino regazo de la mar igual que un muerto, cierra los ojos, respira en este instante lo que detrás de tu ser te configura, piérdete así del todo en ese encuentro que habita tras la forma y la figura, y descansa tu alma como amante en el ascua de amor que eres por dentro (Pedro Miguel Lamet)Francisco Carmona
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
Visita los canales de podcast en la plataforma de spotify y reproduce todos los episodios.
Haz parte de nuestro grupo de suscriptores y recibe en tu WhatsApp la reflexión diaria.
Escanea o haz clic en el siguiente enlace
Filtrar Contenido
Todos
|