Jesús sabiendo que había llegado el momento de partir de este mundo hacia el Padre convoca a sus amigos para una comida de despedida. Jesús sabe que, uno de los que comparte el pan con Él, lo va a traicionar. Aún así, no duda en expresarle su amor como a todos los demás. Para emprender el viaje, con seguridad, es importante hacer las paces con aquellos que, con todas sus limitaciones y carencias, nos han acompañado y, de una forma u otra, han aportado a nuestro destino. Así, como la semilla crece y se fortalece entre tempestades, oleadas de calor, plagas, así también, nuestra vida crece en medio de las tempestades y las dificultades. Para irnos, necesitamos estar en paz. La paz crece en medio de la reconciliación. En las montañas O Mei Shan existían muchos monasterios. Los monjes de los grandes monasterios eran muy ricos mientras que los de los monasterios más pequeños eran muy pobres. Cierto día, un monje de un pequeño monasterio fue de visita a un gran monasterio con la intención de despedirse, pues partía en peregrinación a Putu, una isla del mar del Este. Para llegar allí era necesario escalar altos montes y atravesar numerosos ríos, a través de muchos kilómetros. Este duro viaje duraba muchos meses, o incluso años. Cuando el monje pobre puso al corriente de su intención al monje rico, este quedo asombrado: ¿Y que llevas para tu viaje? Un jarro y una escudilla proveerán todas mis necesidades. Recogeré el agua con mi jarro y cuando sienta hambre pediré alimentos de limosna con mi escudilla. Yo también deseo hacer esa peregrinación; hace varios años que estoy preparándome, pero nunca he podido ponerme en camino, pues siempre me falta algo. Me temo que te tomas las cosas muy a la ligera. ¡Este viaje no es tan fácil como tú crees! Dos años más tarde, el monje pobre regresaba de su peregrinación, y fue a saludar al monje rico y le contó cómo había sido su peregrinación a Putu. A pesar de su desconcierto, el monje rico confeso: En cuanto a mí, aún no he terminado mis preparativos para el viaje.
Jesús ha peregrinado. En el camino ha encontrado, en primer lugar, a su grupo de amigos; entre ellos, a un bravucón como Pedro, a un iracundo como Santiago, a un criticón como Judas, a un incrédulo como Tomás, a una que fue curada de sus demonios como Magdalena, etc. En segundo lugar, encontró leprosos, ciegos, paralíticos, mujeres pobres, viudas que perdían a su único hijo. En tercer lugar, también encontró adversarios, personas que, desde el principio quisieron matarlo. Fue rechazado, calumniado, maltratado, criticado, juzgado, etc. Por último, encontró personas que sintieron compasión con Él como la mujer que le enjugó los pies, la que hizo todo para que estuviera cómodo en su casa como Marta y María, la mujer que vino a limpiar su rostro ensangrentado. Tuvo dos padres que enfrentaron la dureza de la vida y siempre respondieron con fe. Después de agradecer; es necesario partir sencillamente, sin mucho en la alforja y con una infinita confianza, no se sabe que vendrá después. En el camino vendrán pruebas más duras y fuertes que las experimentadas antes. La traición, la soledad, la furia de los enemigos, la calumnia y mentira, el maltrato son ahora el paisaje que Jesús encuentra en el camino. Los que antes esperaban que hiciera algo por ellos; ahora, permanecen como espectadores y sin mostrar ninguna compasión por Aquel que lo dio todo. Sin embargo, Jesús no renuncia al amor. En medio de la adversidad, Jesús se mantiene fiel a sí mismo y sigue amando, confiando y esperando. Solo si se mantiene el corazón, la mente y la voluntad en el objetivo de la peregrinación, se pueden sortear las dificultades. Sólo un corazón humilde y sencillo puede mantenerse fiel. Ponerse en camino significa darle un buen lugar en el corazón a Jesús; de lo contrario, en lugar de llegar adónde tenemos que ir, terminaremos donde el Ego nos quiere llevar. En medio de la cena con sus amigos, Jesús toma una toalla, se la ciñe en la cintura, llena una vasija con agua y se pone a lavar los pies de todos. En el camino, parece que muchos han experimentado el dolor, la decepción, la frustración, el cansancio, etc. Jesús lo entiende, no lo juzga, lo acoge en el corazón y, antes de partir, decide sanar lo que está dividido y unir lo que está disperso. El que vive a fondo una experiencia de vida con Jesús, sabe que Jesús sana lo que está herido e integra lo que esta disperso y disociado. El amor que brota de la relación con Jesús, hace de nosotros verdaderos seres humanos. Después de la cena y, antes de partir, Jesús va al huerto a orar. Sus amigo más cercanos no han comprendido lo que Él a hecho y lo que Él a vivido. El amor entra en la oscuridad. ¿Ha valido la pena tanta compasión, amar, la fatiga, los esfuerzos por anunciar la reconciliación y la misericordia? A simple vista, nada vale la pena. En lugar de caer en la tentación, Jesús confía. El amor necesita fidelidad para dar fruto, de lo contrario, se vuelve estéril. Todo lo que es auténtico se gesta en el dolor, en el silencio y en la entrega. Aunque la oscuridad pareciera vencer, la fidelidad la disipa. Dice Dürckeim: “El amor de Cristo no podía situarse evidentemente más que allí donde el hombre siente mayor dolor... Se sitúa en el centro de lo inaceptable. No sólo acepta la muerte libremente, sino el absurdo también: nadie ha comprendido su mensaje y la mayoría lo ha rechazado, no se ha defendido ni ante Pilatos ni ante Herodes, y mucho menos, ante los suyos; acepta todas las humillaciones sin decir ni una sola palabra. Finalmente, se encuentra también en un aislamiento casi total; los más allegados lo traicionan y lo abandonan... Cristo no ha venido, pues, a quitarnos el sufrimiento creado por el mundo, sino a enseñarnos a aceptar lo inaceptable como él hizo. Sólo se le quitará la cruz al que la haya llevado”. Cada día, para el que cree en el amor de Cristo, es una invitación a apostar siempre por el amor aunque parezca que la oscuridad esta tomando la delantera y venciendo. La arrogancia, el afán de superioridad, el creernos mejores que otros por estar en tal o cual grupo religioso terminan cediendo el lugar a la entrega humilde, silenciosa y amorosa de Jesús. El verdadero amor esta a los pies del otro, sirviendo antes que, presumiendo, curando antes que, dividiendo, acogiendo antes que, satanizando. Presumir es fácil, entregarse es algo difícil. El amor en lugar de ser servido, toma el pan y lo parte, en lugar de excluir recuerda que todos hacen parte y en lugar de reprochar se inclina con humildad para lavar los pies cansados y ungirlos con el aceite del amor que todo lo supera. Dame, Señor, la sencillez de espíritu, la del alma dormida en su silencio, abierta a todo con grandes ojos niños. No quiero ya mi voz. Ni mi palabra llena. Me aburre estar conmigo, tan atento, seguro de una luz sin Ti perdida. Así impotente, sólo, casa hueca, va a colmarse tu voz de resonancias familiarmente puras y serenas. Dame, Señor, el abandono firme ante el futuro ignoto y tu aventura soñada tantas veces en secreto. Estoy contigo. Piensa cuanto quieras para hacerme sufrir o para verte. Bien sé que lo prepara tu ternura. Hazme a diario un pobre sorprendido de cada hoja, de cada mano abierta, tendida a la penumbra de mí mismo. Viviré así este miedo más alegre, con un verbo, no más, entre mis labios: Saberte junto a mí, Jesús… saberte (Pedro Miguel Lamet, sj)Francisco Carmona
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