El evangelista Mateo (Mt 27, 62-66) nos cuenta la siguiente escena: Al día siguiente, al día de la preparación, los principales sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron: Señor, recordamos que este impostor, mientras aún vivía, dijo: Después de tres días seré resucitado. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos y lo roben, y digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos. Esta última impostura sería peor que la primera. Pilato les dijo: La guardia es vuestra; vayan a asegurarlo lo mejor que puedan. Fueron, pues, y aseguraron el sepulcro poniendo un sello en la piedra y poniendo la guardia”. Pilatos sabe que los judíos llevaron a Jesús ante su tribunal porque estaban celosos de él. Él sabe que Jesús es inocente. Aun así, lo condena porque ama más su puesto de trabajo, ser gobernador de Judea, que la verdad por la que está preguntándole a Jesús. Suena irónico. Es como si Pilato le dijera a Jesús: amigo, la verdad es el poder. Lo que tu predicas me conmueve. Pero, no me convence ¿Acaso, no sabes que tengo poder para liberar o condenar? Hago lo que se me antoja mientras tenga poder. Pilato es la imagen del que se traiciona a sí mismo con tal de conservar el lugar de poder que tiene. Lo curioso es que, Pilatos, al renunciar a la verdad, queda a merced del poder y, por lo tanto, a merced de los demás. Acaso no le dicen: si no condenas a este hombre, no eres amigo del Cesar. La opinión ajena tiene mucho dominio sobre Pilatos. El que se cree poderoso; en realidad, se perdió a sí mismo.
Antes de comprometerse a ser discípulo, el visitante quiso obtener del Maestro alguna garantía: ¿Puedes decirme cuál es el fin de la vida humana? No, no puedo. ¿O al menos su sentido? Tampoco puedo ¿Y no podrías indicarme cuál es la naturaleza de la muerte y cómo es la vida más allá de ella? Tampoco. El visitante se marchó decepcionado, y los discípulos quedaron consternados por la pobre impresión que había dejado su Maestro. Pero el Maestro, en tono consolador, les dijo: ¿De qué vale comprender la naturaleza y el sentido de la vida si ésta nunca ha sido degustada? Es mejor comer el pastel que formular teorías acerca de él. Escribe un autor anónimo: “Pilatos es un icono que podríamos tener en la mesilla de noche, para recordarnos que las buenas intenciones no son nada sin poner los medios, especialmente cuando los tenemos. En su mano está hacer justicia, pero sucumbe a las amenazas: tu prestigio, tu posición ante Roma, tu provincia… En el fondo Pilatos cede a un chantaje. Crucifícalo o prepárate para que la región se convierta en un polvorín. Cierra los ojos si quieres, lávate las manos, carga sobre nuestras conciencias su vida, pero condénalo. Y Pilatos lo hace. Cierra los ojos, se lava las manos, opta por lo conveniente y olvida lo esencial, opta por lo presente y olvida lo que no tiene momento, y sigue adelante con su vida ¿No es, tal vez, lavarse las manos, la tentación más fuerte hoy? No se puede hacer nada. El mal nos desborda: es estructural”. Como Pilatos, hay personas que, cuando actúan lo hace movidas por segundas intenciones. Escribe un autor anónimo: “Hay personas que aparentemente oran, van a Misa, hablan muy bien del Señor, pero en su corazón, en la verdad secreta de su interior, en realidad no buscan a Dios, y al mismo tiempo que rezan, pueden estar planeando destruir a alguien, o maquinando la manera de dominar a los demás, o alimentando odios, o pensando sólo en su propio bien”. A Pilatos no le interesa Jesús, tampoco su esposa. Solo le interesa el mismo. De ahí, el contraste tan fuerte entre Pilatos y Jesús. Con razón afirmaba Pablo: “puedo entregar mi cuerpo a las llamas, o repartir mis bienes, o hacer maravillas, todo eso de nada sirve, si no hay amor en el corazón” (1 Corintios 13,1-3). Muchos piensan que son fuertes porque tienen poder o pueden pasar por encima de los demás. Otros, creen que su realización depende de la buena imagen e impresión que causan en los demás. Pilatos es el ícono de este tipo de pensamiento y de personas. La verdad es muy diferente. Al respecto, Willigis Jager escribe. “La realización de nuestra vida es el auténtico culto divino. Dios quiere ser persona en nosotros, en este sitio, en esta época, en este lugar. Ése es el único motivo de haber nacido como seres humanos. Pero nuestro yo intenta comprender, con fronteras y símbolos que se corresponden con nuestra cultura, aquello que carece de lindes y de tiempo". No somos felices por ponernos por encima de los demás. Somos felices porque sabemos amar y entregarnos sin límites. Así, lo mostro y revelo Jesús no sólo en la Cruz sino también en su resurrección. Durante la pasión de Jesús, la oscuridad parece reinar. Nada detiene el mal que se ensaña contra aquel hombre inocente. El Padre Franz Jalics escribe: “La disposición a padecer lo que la vida nos impone nos hace discípulos de Cristo. Con frecuencia nos parece que es mucho lo que debemos padecer. San Pablo estaba convencido de que los sufrimientos del mundo presente son insignificantes, comparados con la gloria que se manifestará en nosotros. Por eso predicaba a Cristo crucificado. Esta unión es más profunda de lo que creemos. Jesucristo vino al mundo para redimir a los hombres. Con su vida y su padecimiento forjó las bases para que esto suceda. La redención no está concluida. Cristo desea que los hombres continúen su obra de redención. Quiere hacerse nuevamente hombre en nosotros, hasta que seamos completamente Cristo en este mundo, es decir, otro Cristo, un nuevo Cristo en la Tierra. Su fuerza salvadora y redentora desea derramarse por intermedio de nosotros hacia los demás. Esto sólo podrá ocurrir en la medida en que dejemos de aferrarnos a nosotros mismos, para volvernos totalmente traslúcidos ...” Jesús nos muestra que el verdadero poder está en la fidelidad así mismo. Aquello por lo que nos arriesgamos a traicionarnos, un buen día desaparece. En cambio, aquello por lo que nos decidimos a construir una vida autentica, siempre renace, llena de vida y esperanza todo lo que está a su alrededor. Pilatos apuesta la vida por el poder. Jesús apuesta la vida por el amor. Pilatos, finalmente muere. Mientras que Jesús, permanece vivo. Todo el que apuesta por lo inauténtico se queda atrapado en las redes de la muerte, aquellas que se tejieron cuando se renuncia al alma para obtener algo pasajero. Vivimos de modo trepidante. Más debéis tomar el paso del tiempo como cosa sin importancia entre lo que para siempre permanece. Lo que transcurre aprisa pronto ha de pasar, tan sólo lo que queda nos inspira. No pongáis, oh muchachos, vuestro arrojo en la velocidad, ni en el empeño de volar. Las cosas son apacibles: la oscuridad y claridad, la flor y el libro (Raine María Rilke)Francisco Carmona
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