La forma como una persona se vincula con sus padres determinará la estabilidad o inestabilidad de sus relaciones. En la vida adulta, se actualiza la forma como nos vinculamos con nuestros padres cuando éramos niños. En esta dinámica tiene un lugar especial el vínculo con la madre. Del vínculo materno surgirá la salud o enfermedad mental en la vida adulta. El hijo enganchado con la madre, enredado en el vínculo con ella, tendrá dificultades para tomar al Padre, para actuar coherentemente según un principio de autoridad claro, firme y transparente. Recordemos que, el enganche del hijo con la madre, según señala Bert Hellinger, tendrá su origen en la forma como los padres se relacionan entre ellos. Sin darnos cuenta, los hijos actuamos aquello que los padres silenciaron u ocultaron de la relación entre ellos como pareja. Un día Nasrudín encontró a un hombre que no tenía calzado. Días después, entró a la tienda del hombre que no tenía calzado. Allí se vendía toda clase de objetos. ¿Tienes cuero? Sí ¿Y tachuelas? Sí ¿Y tintura? Sí. Entonces, ¿por qué no te haces un par de botas? El hombre respondió: mira esta tienda la heredé de mis padres quienes no me dejaban tomar nada de la tienda porque se consideraba un robo. En su memoria, no tomo nada de su tienda para que no crean que, al no estar ellos, me convertí en un ladrón.
Virginia Satir señala. “La relación conyugal es el eje en torno al cual se forman todas las otras relaciones familiares”. Aquellos conflictos que surgen en la familia, cuando uno de los padres o ambos mueren, ponen al descubierto la dinámica que tuvo la relación entre los padres. De nuevo, Virginia Satir dice: “Una relación conyugal penosa tiende a producir relaciones y acciones disfuncionales entre los demás miembros de la familia”. La mejor forma de abordar una conflicto familiar es mirando la relación de la pareja, especialmente, aquello que fue resuelto inadecuadamente, silenciado o simplemente ocultado, como si no existiera. Antes de enviar un hijo a terapia, los padres podrían considerar, con honestidad, aquello que no funciona entre ellos. Los hijos, de alguna forma, son portadores de los síntomas de sus padres. Según sea la dinámica conyugal, los hijos adoptarán diferentes personajes en la familia. Así, es como aparece el hijo que se hace odiar de inmediato, el que hace todo bien, el que es un modelo, el dulce, el que pone conflicto por todo, el que no hace nada y los demás lo mantienen porque le tienen pesar. También suele aparecer el esquizofrénico, aquel hijo que se convierte en el idiota que la familia espera que sea. Los esquizofrénicos no siempre están asociados a los niños que no nacieron y fueron olvidados, también representan el disgusto y desvalorización entre los padres. La forma como los hijos construyen el vínculo con sus demás hermanos entrega información valiosa sobre la dinámica oculta de la pareja. En el libro, “Mamá te quería más a ti”, los autores, Hapworth y Heilman, muestran los mecanismos de la relación que surge entre los hermanos a partir de la dinámica oculta en la relación entre los padres. Una dinámica entre los hijos se llama el destronamiento. Los hijos luchan entre sí por arrebatarle el lugar a aquel hermano u hermana que se destaca por el interés que pone en el cuidado de los padres. También está el síndrome de enfermedad, aquel hermano que espera la ayuda de los demás porque él tiene una dificultad que los demás no tienen, sea real o fantaseada. También está el afán de destruir al hermano significativo, aquel hermano que, socialmente es más visible y respetado, cuando surge un conflicto, es expuesto ante los demás a través de la difamación. Las lealtades familiares y la confusión en la identidad tienen su origen en la intensidad con la que los padres viven el conflicto entre ellos. La disfunción de uno de los conyugues termina siendo asumida por uno o varios miembros del sistema familiar. Las expectativas de uno de los conyugues hacia el otro termina siendo asumida por aquel miembro que el sistema elige para que, sea el chivo expiatorio, el salvador o el héroe. De nuevo insisto, aquello que es fuente de tensión entre los padres termina siendo trasladado a los hijos; a veces de manera consciente, por medio de comentarios que se hacen delante de los hijos o por la ayuda que se les pide para que intervengan ante el otro conyugue. También se pide ayuda a través de gestos y silencios prolongados. Cuando los miembros de una pareja se ven envueltos en la dinámica de acaparar el poder y los méritos entran en lo que Jurg Willi llama la colusión. Por colusión entendemos: “aquellas relaciones donde se presentan juegos patológicos, los cuales tienen como consecuencia la imposibilidad de mantenerse juntos y separados; es decir, cuando se acercan demasiado temen perderse en la relación por lo cual se distancian, pero al distanciarse se sienten abandonados, por lo que vuelven a buscarse”. El estribillo de la canción de Joan Manuel Serrat expresa con mucho acierto lo anterior: “Ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio, contigo porque me matas, y sin ti porque me muero”. Cuando una pareja entra en la dinámica de la colusión, los desacuerdos son frecuentes y los aspectos más insignificantes se convierten en motivo de tensión, disgusto o pelea . En esta dinámica, hay una tendencia incontrolable a la mutua descalificación, a la desvalorización y al chantaje. El maltrato verbal y, en algunos casos, físicos, se convierte en algo común. Estas parejas acumulan mucho estrés. Al interior hay una guerra silenciosa donde cada hijo va tomando, según su propio interés y querer, partido por alguno de los padres. Lo más curioso es que, muchas veces, está dinámica se disfraza de pesar, lastima por el otro. En realidad, lo que hay es una desvalorización y un afán de superioridad moral. Estas parejas entran en un ciclo continuo de separaciones y reconciliaciones. Todo esto termina cuando ambos aprenden que, no ninguno está por encima del otro, sino que se eligieron para amarse, respetarse y caminar juntos hacia el destino. No tengas miedo de querer. No tengas ni el temor de llorar ni de llorarte ¿Por qué ser muralla, torre o baluarte trepando sobre inútiles arengas? Desciende y echa a andar. No te detengas que la vida es amor. Y amar un arte que se sabe y se aprende. Y se comparte. Simplemente no niegues. No intervengas. No te encierres. No cierres tu espesura: no te quita entereza la dulzura ni quedarás más pobre cuando has dado. No tengas miedo. No, no tengas miedo. Vive en el redondel, el riesgo, el ruedo: nunca se ama bastante o demasiado (Julia Prilutzky Farny) Francisco Carmona
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