En el pasaje del endemoniado de Gerasa llama la atención la descripción que el evangelista hace del estado anímico del joven que es atormentado por un espíritu inmundo. Dice Marcos: “Y llegaron a la orilla del mar, a la región de los gerasenos. Al salir de la barca, en seguida le salió al encuentro desde los sepulcros un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros y nadie podía tenerlo sujeto ni siquiera con cadenas; porque había estado muchas veces atado con grilletes y cadenas, y había roto las cadenas y deshecho los grilletes, y nadie podía dominarlo. Y se pasaba las noches enteras y los días por los sepulcros y por los montes, gritando e hiriéndose con piedras”. En su libro, “la sociedad del cansancio”, el escritor coreano Byung -Chul Han señala que la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, el trastorno límite de la personalidad, el síndrome de desgaste ocupacional y la desconexión neuronal comienzan a erigirse como los estados patológicos prevalentes de la sociedad positiva. Es más, la sociedad positiva que se basa en la producción, el consumo, el ansia de felicidad y el afán por desechar cualquier negatividad de la vida necesita de dichos estados patológicos para garantizar su subsistencia.
Abubak visitaba un asilo de locos. En él encontró a un joven cargado de pesadas cadenas en los tobillos, que cantaba, reía y apuntaba algunos pasos de danza. ¿Cómo puedes estar feliz? - preguntó el sufí. ¡Oh, maestro ignorante! - dijo el loco - las cadenas están en mis pies, no en mi corazón. A Constelaciones vino una mujer que deseaba elaborar el duelo por la muerte de su señora madre. Por un movimiento que hizo la representante de la madre me atreví a preguntar: ¿La madre se suicidó? La consultante movió la cabeza afirmativamente. Después, pude preguntar: ¿Lo hizo en un momento donde perdió el control de los impulsos? La consultante movió la cabeza afirmativamente. Después, recordé las palabras de Alejandro Rocamora, psiquiatra, quien señala la pérdida del control de impulsos como una de las causas más frecuentes del suicidio en la actualidad. En estas condiciones, señala Rocamora, “la persona abandona la vida por la puerta equivocada” Las personas que pierden el control de sus emociones reaccionan impulsivamente, no piensan en las consecuencias de sus acciones, tienen baja tolerancia a la frustración y son impacientes. Las causas de la pérdida del control emocional se encuentran en el estrés, la excesiva autoexigencia, el afán desmesurado de cumplir las metas y objetivos propuestos, la decepción por haber intentado complacer y sentir que no lo lograron. El cansancio que producen las condiciones actuales de la sociedad del cansancio, como llama Byung a la sociedad actual, es un detonante importante en la pérdida del control emocional. El joven endemoniado parece que tiene serios conflictos con su familia de origen. Jesús lo envía a reencontrarse con su familia en lugar de admitirlo en su grupo de discípulos. Cuando los vínculos familiares no están sanos, el conflicto termina proyectándose en las demás relaciones. Así, una persona que no se encuentra en paz con sus padres, con lo que ellos son y pudieron dar, está llena de exigencias hacia su pareja, hijos y amigos. El malestar que generan los vínculos familiares enfermos termina convirtiéndose en miedo ante la vida, ante el otro y, ante los desafíos que tenemos que enfrentar. Muchos, ante el dolor que le producen los conflictos familiares terminan recurriendo a conductas y comportamientos autolesivos. La falta de control emocional da lugar a la depresión y a los sentimientos de culpa. La psicología señala: “Estos problemas se caracterizan por la tendencia a ejecutar acciones demasiado rápido, de forma irreflexiva y/o irracional y por la incapacidad para inhibir dichas acciones una vez que se han puesto en marcha. La persona que padece un problema de autocontrol no es capaz de resistir una tentación, impulso o deseo. También se aprecia una tendencia a la búsqueda de gratificación inmediata, a expensas de las metas a largo plazo; es decir, esa persona no piensa en las consecuencias de sus actos más allá del presente”. Cuando se descuida el mundo interior comienza a aparecer una tensión que, si no estamos vigilantes comienza a crecer y a tomar una fuerza tal que nos puede arrastrar hacia el deseo de ejecutar una acción que nos haga sentir libres frente a lo que estamos experimentando. En ocasiones, una vez que se actúa, ya no hay marcha atrás. Alejandro Rocamora señala que, algunas personas, después de realizar el acto que las lleva a la muerte, se arrepienten cuando ya no hay nada qué hacer. Así, sucedió con la señora madre de la mujer que vino a constelaciones. De ahí, la dificultad de la hija de encontrar paz, pues la impotencia se apoderaba de ella constantemente. Solo cuando aceptamos que no podíamos hacer nada podemos ir hacia la superación del duelo con más tranquilidad. La inestabilidad emocional puede arrastrarnos hacia el trastorno límite de la personalidad, el trastorno bipolar, el trastorno antisocial, el trastorno negativista desafiante y, especialmente, hacia la disociación psíquica. La desconexión con nosotros mismos puede tener un costo muy alto. En la medida que, trabajemos por integrar la vida, por celebrarla y por reconocer la necesidad de estar conectados con algo más grande, podemos preservar la vida y también el alma. Aprender a vivir desde nuestro propio centro vital es una de las mayores invitaciones que nos hace la vida en el tiempo actual. De cada uno de nosotros depende aceptar el llamado de la vida o sumergirnos en las corrientes que mueven a la sociedad actual y asumir el riesgo de morir ahogados en ellas. Hay días en que extraño todo y a todos, hay días en que me invade la nostalgia, esos días en los que me toma preso la melancolía. Son esos inevitables días en los que no dejo de pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Hay días en que quisiera tornar atrás y olvidar todo, todo, todo. Empezar desde cero, recomenzar desde el fondo. También, me pasa que quisiera girar el volante, cambiar de dirección, dejar de avanzar… no sentir, no pensar y, a veces, no existir. Y no es que quiera morir, sino que, más bien, quisiera ya estar contigo, en ti y junto a ti. ¿Para qué esperar más?… Dame tu gracia, dame tu paciencia, Dame luz, dame tu paz. Une en Ti todos mis dispersos pensamientos, mis desordenados deseos y mi desparramados sentimientos. Dame tu amor, dame tu gracia, te lo ruego y te prometo que no pediré más. Amén (Genaro Ávila-Valencia sj)Francisco Carmona
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