Hoy celebramos la fiesta de San José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús. Si algo llama la atención en esta figura es su permanente disposición para ir donde el Señor le diga. José nunca se resiste a Dios y, menos aún, a la necesidad de ir hacia su interior. José obedece y se hace presente donde sea necesario para que el plan de Dios llegue a buen término. “Este fue el principio de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José; pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla. Mientras lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando un hijo por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz” (Mt 1, 18-21) Para José, resultaba sumamente fácil quedarse en el lugar de la víctima en el descubrió que estaba. Había sufrido por una parte el engaño y, por otra, el abandono, María se había marchado sin decir nada. Sin embargo, su corazón estaba abierto a Dios y, en lugar de albergar el victimismo, decidió acoger el Misterio que los sueños le estaban revelando. En una ocasión, el Papa Francisco hablando de las personas que asumen la vida desde el papel de víctima son conocidas en Argentina como gente que se llaman yo, mí, me, conmigo. Estas personas guardan en su corazón la pretensión de ser mejores personas que los demás. Todo el tiempo sienten que los demás les hacen daño. Nunca ven sus fallos, sólo ven como los demás se equivocan, sufren y hacen las cosas mal. Estas personas en su corazón albergan un sentimiento profundo de desamor, no se sienten amadas. Según la lógica del Ego, esas personas creen que, a ellas no las aman porque son perfectas; en cambio, los que son amados, los que tienen atención son enfermos, débiles e inútiles.
Hace algunos años, vino a constelaciones una mujer. Quería trabajar su relación de pareja. según ella, se había casado con un hombre inútil que sólo vivía pendiente de un computador, no hacía nada más. Es más, la mujer aseguraba que no sabía si trabajaba o sus padres le daban dinero para que sustentara la familia. Esta mujer, todo lo tomaba personal. Siguiendo las palabras del Papa, esta mujer se lllama Me. Todo lo que sucedía en su vida era un ataque a su persona, a su trabajo, a sus sueños. Un día, estaba en una cafetería conversando desprevenidamente con un amigo y pasó un hombre que saludo muy amigablemente. Mi amigo dijo: este es el esposo de la mujer que vino hace un par de años a constelaciones. Le pregunté: ¿Qué hace? Me dijo: tiene una empresa con su papá y él, es el más teso en el país en los temas que maneja, ese hombre es una verdadera lumbrera. Alguien que vive en el rol de víctima siempre desvaloriza a sus seres cercanos ante los demás. Reaccionamos conforme a lo que albergamos en el corazón. Si albergamos odio reaccionaremos a partir del odio que sentimos. Sí llevamos amor, éste será la fuente de la que broten nuestras acciones. Por un momento, José albergó dudas. De ahí que, su primera decisión fue alejarse en silencio de María. Después, se dio cuenta que estaba albergando sentimientos no sólo contrarios a lo que pensaba de sí mismo sino también que lo alejaban de Dios y desdibujaban su relación con Él. Advertido por el inconsciente de lo que estaba sucediendo, José tomó una decisión coherente con su Sí mismo y con lo que consideraba era la verdad auténtica de su vida. Cuando ponemos nuestra seguridad en falsas convicciones, es muy probable que nos derrumbemos, como dicen en la calle, a la primera de cambio. María, después de darse cuenta de su embarazo, va a las montañas de Ain Karem. Se marcha en silencio. A pesar de haber aceptado ser madre, su reacción emocional fue el temor. Poco a poco, como corresponde a nuestra humanidad, fue ganando serenidad, confianza y mayor apertura a los planes de Dios. Cuando sucede algo importante que cambia nuestra vida necesitamos un tiempo de silencio, de retiro, de escucha. Solo así nuestro corazón puede albergar la novedad de lo que acontece y abrirse generoso a la vida. José y María se ponen en camino hacia Belén para vivir la experiencia que transformara su vida para siempre y los convertirá en aquellos referentes significativos para alimentar nuestra fe. José, María y el niño tuvieron dificultades para encontrar lugar en el albergue. Muchas veces, es difícil encontrar una morada. Anselm Grun escribe: “En el prefacio de Difuntos, la liturgia habla del albergue de la peregrinación terrena: Al deshacerse el albergue de nuestra peregrinación terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo. Por eso, el albergue en el que podemos hospedarnos en el camino nos remite desde el principio a la morada eterna en la que estaremos para siempre en casa”. Para muchos, la acogida del Misterio les resulta difícil. María tiene que dar a luz a su hijo en condiciones adversas. José tiene que ser diligente y propositivo para cuidar y proteger a la madre y al niño. Ellos albergan a Dios en su corazón y, por esa razón, no se quedan paralizados ante la adversidad, ante los obstáculos que tienen enfrente. Estamos invitados a ponernos en camino hacia el Monte del Señor o hacia su templo santo según sea el llamado que la vida nos hace. Al ponernos en camino, es necesario que sepamos que, en cada etapa del camino, Dios dispondrá siempre lugares donde podamos descansar, sanarnos y recuperarnos de nuestras fatigas y luchas. Nos dice Anselm Grun: “Los albergues nos protegen en el camino. Pero sólo estaremos seguros para siempre cuando seamos acogidos en la morada que Jesús nos ha preparado. Jesús entendió su muerte como un camino hasta el Padre: Voy a prepararos una morada (Juan 14,2). Toda morada en la que aquí nos sentimos en casa lleva en sí la promesa de otra morada en la que estaremos para siempre en casa. Sólo se puede estar en casa allí donde habita el misterio. En la morada donde habita Dios, el Misterio, experimentamos el verdadero hogar”. De ahí que, al peregrinar tenemos que estar seguros de que pase lo que pase Dios nos ha conducido hacia Él. Una mirada llena de miedo se encuentra con ojos implacables. El pecado pesa con dolor. El dolor se suma al desprecio. Sola, arrepentida, perdida, pecadora, sucia, condenada. El machismo actúa sin piedad. Eterna altivez de los infalibles Jesús aparece y descoloca. Ella no se encuentra con un juez. Tampoco ellos ganan un aliado y Jesús dibuja sin papel. Llora angustiada. Quien no tenga pecado que empiece. Manos viejas sueltan las piedras. Todos se miran, nadie se atreve. Mujer tampoco yo te condeno. Sal, vive, ama, no peques más. Ella camina, perdonada. Jesús termina de dibujar (Javi Montes, sj)Francisco Carmona
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