Cristo es la vocación del ser humano. Todos estamos invitados a vivir como Cristo; es decir, amando, reconciliando, sanando, entregando la vida por aquello que la llena de sentido. Vamos alcanzando la meta de nuestra vocación: la transformación en Cristo, no sólo por actuar como Él, sino también porque, como Él, elevamos nuestra alma hacia Dios orando. Acción y oración forman una unidad que nos hace semejantes a Cristo en todo y, también nos recuerdan que, unidos a Dios, alcanzamos todo, separados de Él, nos volvemos estériles y vacíos. Cristo es la chispa divina que da origen a la transformación del ser humano. Entrar en el misterio de Cristo, también supone entrar en el misterio del amor donde todo es. Había una vez un rey sabio y poderoso que gobernaba en la remota ciudad de Wirani. Y era temido por su poder y amado por su sabiduría. En el corazón de aquella ciudad había un pozo cuya agua era fresca y cristalina, y de ella bebían todos los habitantes, incluso el rey y sus cortesanos, porque en Wirani no había otro pozo. Una noche, mientras todos dormían, una bruja entro en la ciudad y derramó siete gotas de un extraño líquido en el pozo, y dijo: De ahora en adelante, todo el que beba de esta agua se volverá loco. A la mañana siguiente, salvo el rey y su gran chambelán, todos los habitantes bebieron el agua del pozo v enloquecieron, tal como lo había predicho la bruja. Y durante aquel día, todas las gentes no hacían sino susurrar el uno al otro en las calles estrechas y en las plazas públicas: El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán han perdido la razón. Naturalmente, no podemos ser gobernados por un rey loco. Es preciso destronarlo. Aquella noche, el rey ordeno que le llevasen un vaso de oro con agua del pozo. Y cuando se lo trajeron, bebió copiosamente y dio de beber a su gran chambelán. Y hubo gran regocijo en aquella remota ciudad de Wirani porque el rey y su gran chambelán habían recobrado la razón.
En el libro “símbolos de transformación”, Jung escribe: “Cristo, como héroe y hombre-dios significa psicológicamente el Sí-Mismo; representa la proyección de este arquetipo, el más importante y central de todos. Funcionalmente, le corresponde la significación del Señor del mundo interior, de lo inconsciente colectivo. Como símbolo de la Totalidad, el Sí-Mismo es una coincidentia oppositorum; por lo tanto, entraña a la vez luz y tinieblas. En la figura de Cristo se han separado los contrarios unidos en el arquetipo: por una parte, el luminoso hijo de dios; por la otra, el diablo. La unidad originaria de los contrarios puede reconocerse todavía en la unidad primitiva de Satanás y Yahvé. Cristo y el dragón del Anticristo se parecen enormemente en la historia de su aparición y en su significación cósmica”. El mundo está en una batalla continúa entre la luz y la oscuridad, entre Dios y satán. Esta batalla es la que permite que, el mundo encuentre su sentido y pueda orientarse hacia la plenitud. En el apocalipsis, mientras la Virgen da a Luz, un dragón espera para devorar al recién nacido, la Virgen es llevada al desierto y el Dragón es vencido. El ser humano tiene como una gran tarea aprender a ser libre en medio de la variedad de opciones que la cultura le ofrece para construir una vida llena de apariencias y, al servicio de la máscara. En la cultura actual, parece haber un afán, a veces desmedido, por querer controlar o programar la vida a nuestro antojo. Nos resistimos con mucha fuerza ante las cosas que suceden y no coinciden con nuestras proyecciones. La mayoría de las tradiciones espirituales insisten en la necesidad de estar vigilantes y abrir el corazón a lo que nos ofrece cada instante. Al respecto, Joan Garriga, en el libro vivir en el alma, escribe: “En terapia Gestalt decimos que cambiar consiste en el proceso de ser y asumir lo que somos, y no en convertirnos en algo diferente. Pablo Neruda nos regaló esta frase como encabezamiento de su libro autobiográfico: (…) Para nacer he nacido, para encerrar el paso de cuanto se aproxima, de cuanto a mi pecho golpea como un nuevo corazón tembloroso”. La espiritualidad cristiana nos enseña que, todo empieza a solucionarse con un Sí generoso a la vida, a Dios. La encarnación del Hijo de Dios, se llevó a cabo, gracias al Sí generoso de María. Las dudas de José sobre el futuro de su relación con María, se disolvieron en el Sí que despejaron todas las dudas. Cada discípulo emprendió el camino de su transformación personal asintiendo al llamado de Jesús para que compartieran la vida con Él. Finalmente, Jesús, tanto en el Monte de los Olivos como en la Cruz, también pronunció su Sí. De nuevo Joan Garriga nos dice: “El asentimiento, la concordancia, aquiescencia, el reconocimiento, son el paso y la actitud necesarios para tomar y luego reinterpretar lo que fue de un modo que conduzca a más vida y no a menos. Esta es la clave siempre: ¿más vida o menos vida? ¿A favor de la vida o en contra de ella? ¿Con más amor o con menos? La respuesta está en el asentimiento, en el sí a lo que fue, a lo que es y a lo que somos. Decir Sí contribuye a una afirmación positiva de la vida. Cuando le presentan a Jesús un hombre recostado en una camilla, porque era paralítico, en lugar de entrar en confrontaciones y cuestionamientos, lo mira y le dice: “Tus pecados quedan perdonados; de inmediato, el hombre toma la camilla y se va a su casa”. Cada negativa a la vida termina convirtiéndose en un paso hacia la parálisis. Al final, terminamos recostados o apoyados sobre lo que negamos porque ya no somos capaces de mantenernos de pie. La vida negada, rechazada, termina convirtiéndose en el lugar donde descansan todas nuestras desesperanzas. Sólo si abrimos el corazón al llamado que Dios nos hace, a través de Jesús, para que nos liberemos de los entrampamientos en los que hemos tropezado y caído, podemos afirmar que hemos encontrado el camino hacia la libertad. El Evangelio enseña que el pecado es la máxima expresión de la desconexión con respecto a nosotros mismos y, al Espíritu que le da vida y orden a todas las cosas. Cuando nos mantenemos en sintonía con el Espíritu, que Dios nos da, a través de Cristo, es más difícil que nuestra vida se descarrile cuando la adversidad la toca o amenaza. La fidelidad al Espíritu nos hace fuertes y nos da la confianza que necesitamos para no desfallecer cuando la tristeza, el miedo y la oscuridad cercan el alma y distorsionan el sentido de nuestra existencia. La forma más simple de vivir espiritualmente consiste en ser humildes y vivir con agradecimiento cada momento, cada experiencia de la vida. Asentir a la vida nos recuerda que, la vida nos ha sido dada con la única condición de hacerla fructífera. Joan Garriga nos recuerda: “Todo ser humano necesita superar el estrés emocional que provoca la inseguridad afectiva”. Crecemos, en la medida que nos damos cuenta, que la seguridad y acompañamiento afectivo que, reclamos de nuestros padres, lo podemos tomar de Algo más grande, llamase Dios o la Fuente de la vida. La conexión con algo más grande no sólo nos da libertad afectiva, también despierta nuestra creatividad y nos invita a abrir las alas para crecer y trascender nuestros propios límites; los que el pecado crea y nos convence de mantener activos. La gente sufre cuando en lugar de escuchar a su alma, comienza a escuchar las opiniones que vienen del mundo de afuera, de aquellos que decidieron decirle no a la vida porque eligieron la comodidad que ofrece la mediocridad. El contacto íntimo con Jesús en la oración, en el silencio y en la contemplación, permite que veamos la verdad sobre la vida y sobre nosotros mismos. Esperaré por ti. Esperaré contigo. Atento y expectante. Paciente y caminante. Esperaré por ti. Esperaré contigo. Abierto a las sorpresas, confiado en tus promesas. Esperaré por ti. Esperaré contigo. Camino hacia Belén a dónde tú me dices ¡ven! Esperaré por ti. Esperaré contigo. Con María por compañera, nuestra dulce consejera. Esperaré por ti. Esperaré contigo. En el silencio de José, aprendiendo de su fe. Esperaré por ti. Esperaré contigo. Porque el amor espera, y sabe dar la vida entera. Esperaré por ti. Esperaré contigo. Ven y no tardes tanto, mira que me agobia el cansancio. Ven, tú, nuestro consolador y ayúdanos a vivir en tu amor. Y así, abrazando nuestra cruz, ¡Caminaremos juntos a tu luz! (Genaro Ávila-Valencia, sj)Francisco Carmona
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