Acabo de terminar la consulta. El consultante, todo el tiempo, se ha referido a sus hermanos como la gran miseria de su vida. Según el consultante, sus padres parieron una gran escoria de seres humanos. Hablaba con mucha fuerza y, también con mucha convicción. No dudaba de sus palabras. “Si no fuera por la fe, dijo, me habría quitado la vida hace rato, es tanta la podredumbre y miseria de mi familia que, sólo porque me pongo de rodillas ante Dios, es que logro seguir viviendo”. Este consultante fue recientemente diagnosticado con cáncer en el hígado. Desde hace años, padece Parkinson. Vino a consulta porque le se la regalaron y quería saber si era verdad que la enfermedad tenía su origen en el desorden emocional. En medio de toda la prepotencia que exhibía, también había algo de humildad y deseo de salir del laberinto. Salí de Ananke para la casa. Mientras caminaba, contemplaba en el corazón, una y otra vez, las palabras del consultante. No es algo habitual. Esta vez, me conecté con el conflicto que vive mi familia desde hace un año por el cuidado de mi padre. En el silencio y en la quietud del corazón, aparece el sentido más profundo del Yo y también la sabiduría que sostiene lo que estoy viendo, escuchando, tocando desde el alma y reflexionando. El corazón es el único capaz de sostener en la consciencia la verdad de los hechos. Los relatos sólo tergiversan la verdad porque se ponen al servicio del narrador. Recordé un expresión de Constelaciones Familiares: “Sufrimos mientras nos resistimos a reconocer, integrar y asentir la verdad”.
Los conflictos nacen, en su mayoría, gracias a las historias que nos cuenta el Ego. En el caso de mi familia, el conflicto nace porque, según el Ego, le están robando a mi papá. En otros conflictos, el origen está en el deseo de la esposa de que su esposo entre a participar asiduamente en el grupo religioso donde ella encontró la paz. El Ego le contó a la mujer que, un matrimonio funcionaba mejor, si ambos, asistían a la comunidad asiduamente. A los partidarios de Jesús que lo quisieron arrojar por un precipicio, el Ego les contó: “Si ha hecho grandes cosas en otros lugares, aquí, en Nazareth, tendrá que hacer algo más grande”. He visto surgir conflictos porque a uno de los conyugues el Ego le cuenta: “Si te amarán de verdad, te acompañarían a todos los eventos que haces”. A otros, el Ego les dice: “si una persona da una opinión diferente a la tuya, debes considerarla tu enemiga” El primer ministro de la dinastía Tang era un héroe nacional por su éxito como estadista y líder militar. Pero a pesar de su fama, poder, y riqueza, se consideraba a sí mismo como un humilde y devoto budista. Visitaba a menudo a su maestro preferido de Zen para estudiar bajo su instrucción, y parecían llevarse muy bien. El hecho de que era primer ministro no tenía, aparentemente, ningún efecto en su relación, la cual parecía ser simplemente una de un reverendo maestro y un respetuoso estudiante. Un día, durante su usual visita, el primer ministro le preguntó al maestro: Su reverencia, según el Budismo ¿qué es el ego? La cara del maestro se puso roja, y en un tono de voz muy poco condescendiente e insultante, increpó a modo de respuesta: ¿Qué clase de pregunta estúpida es ésa? Esta imprevista respuesta conmocionó tanto al primer ministro que llegó a fruncir el ceño y a enfadarse. Entonces el maestro de Zen sonrió y dijo: Esto, su excelencia, es el ego. “Jesús llegó a Nazaret, donde se había criado, y el sábado fue a la sinagoga, como era su costumbre. Se puso de pie para hacer la lectura, le pasaron el libro del profeta Isaías. Jesús desenrolló el libro y encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. Jesús entonces enrolló el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó, mientras todos los presentes tenían los ojos fijos en él. Y empezó a decirles: +«Hoy les llegan noticias de cómo se cumplen estas palabras proféticas. Todos lo aprobaban y se quedaban maravillados, mientras esta proclamación de la gracia de Dios salía de sus labios. Y decían: ¡Pensar que es el hijo de José! Jesús les dijo: «Seguramente ustedes me van a recordar el dicho: Médico, cúrate a ti mismo. Realiza también aquí, en tu patria, lo que nos cuentan que hiciste en Cafarnaúm. Y Jesús añadió: Ningún profeta es bien recibido en su patria. En verdad les digo que había muchas viudas en Israel en tiempos de Elías, cuando el cielo retuvo la lluvia durante tres años y medio y un gran hambre asoló a todo +el país. Sin embargo Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una mujer de Sarepta, en tierras de Sidón. También había muchos leprosos en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio. Todos en la sinagoga se indignaron al escuchar estas palabras; se levantaron y lo empujaron fuera del pueblo, llevándolo hacia un barranco del cerro sobre el que está construido el pueblo, con intención de arrojarlo desde allí. Pero Jesús pasó por medio de ellos y siguió su camino” (Lc 4, 16-20) El Evangelio enseña que, sólo si confiamos en el corazón, si conectamos con él, podemos encontrar la sabiduría que nos permite ir por la vida en paz, construyendo armonía, superando el conflicto y trayendo reconciliación a nuestra vida y a nuestro entorno. Cuando la atención está puesta en las historias que nos cuenta el Ego, difícilmente, logramos actuar con sabiduría, más bien, terminamos arrastrados por la soberbia y la creencia de que somos mejores que los demás. Me impresiona la capacidad que tiene el Ego para convencernos, más bien para confundirnos, haciéndonos creer que, cuando nos ponemos por encima de los demás, estamos sirviendo a Dios. He visto a personas, arrastradas por las historias que cuenta el Ego, maltratar a sus ancianos padres, calumniar a los hermanos; acusar falsamente al esposo (a) de abuso o decir que los van a matar, si no pagan una deuda, etc. El Evangelio enseña que, por debajo de todos los pensamientos, miedos, sentimientos y sensaciones, todos nacemos con una capacidad ilimitada para la alegría, la bondad, la compasión y la paz interior. Este es nuestro tesoro. Encontramos el tesoro que llevamos en el interior cuando el corazón, en lugar de poner la atención en el mal que ha recibido y, en el dolor que ha experimentado, aprende a confiar. Hay que confiar, a pesar de todo el mal que, nos desgarró interiormente. Una de las grandes enseñanzas de la fenomenología está relacionada con ver las cosas como son y asentirlas. Cuando asentimos la realidad, la verdad se revela y, se convierte en la luz que nos guía hacia la autenticidad. Donde hay verdad, el sufrimiento cesa. Cuando acudimos al corazón y aprendemos a confiar, también conectamos con la vida y fluimos serenamente. Los seres humanos tenemos la habilidad de resistirnos a las cosas como son, rechazamos con facilidad la verdad y preferimos proyectarnos en los demás antes que, aceptarnos y aceptar que, la mayoría de las veces, somos nosotros los que rechazamos, juzgamos y condenamos. Mientras no tomemos consciencia de nuestra fragilidad y vulnerabilidad estaremos poniendo en los demás la responsabilidad de nuestra realización, serenidad y libertad. Cuando el consultante aceptó que, estaba actuando lleno de orgullo y prepotencia, empezó a iluminarse y a encontrar un camino diferente para su vida; esta vez, con un corazón en paz y capaz de confiar en la vida y en todo lo que sucede. No necesitamos que la vida sea diferente o que las circunstancias sean otras para vivir en paz. Basta que sanemos nuestro corazón y, nos abramos a la gracia del amor que Dios nos reveló en Jesús, su hijo amado, que asumió como tarea mostrarnos el camino para llegar a ser nosotros mismos. El Ego tiene una estrategia infalible para que nuestro corazón le preste toda la atención posible. El Ego, cuando estamos atravesando una situación difícil o inesperada, nos dice al oído: “¡Esto no puede estar pasándote a ti!” Escribe un comentarista del Evangelio: “Eso no puede pasarte a ti. Esa es la tentación que pone Pedro frente a Jesús, y es casi idéntica a la que experimentó en el desierto: Si verdaderamente eres el Hijo de Dios, arrójate desde aquí, no te va a pasar +nada… los ángeles te sostendrán. Y Jesús reconoce el mensaje, por eso le dice a Pedro Satanás. Las tentaciones más difíciles son las que se disfrazan de bien. El decir Dios está conmigo y no va a pasarme nada suena muy bien. Pero a veces sí nos pasa… nos asaltan, nos enfermamos, nos hacen injusticias… Nos pasa a nosotros y le pasó a Jesús. La lógica de Pedro, de pensar que la cercanía de Dios nos hace inmunes, no es la lógica de Dios. Porque Dios está ahí, sufriendo con las víctimas, sosteniendo a los enfermos, asumiendo el peso de nuestras decisiones. Salvando desde ahí. La vida trae cruces, mejor saberlo. Y cargarlas, que ahí va también Dios con nosotros, codo a codo”. Dentro de mí, lates valiente, gestando humanidad, animando sin medida. Dentro de mí, como soldado vigoroso, renuevas promesas para lidiar batallas. Dentro de mí, fortaleces pilares, abres espacios de esperanza y consuelo. Dentro de mí, te conviertes en Señor de horizontes. Dentro de mí, tú Jesús (David Cabrera sj) Francisco Carmona
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