Tomar la decisión de quitarse la vida no es un acto cobarde como dicen muchos. Tampoco es una decisión valiente, como afirman otros. Es una decisión cargada de un dolor tan intenso que el alma, para liberarse de él, comienza a sentir que, si se desprende del cuerpo, encontrará la paz y quietud que necesita. Bajo ninguna circunstancia justifico el suicidio. Son muchas las personas que, al despertrse maldicen a Dios por estar vivas. Juzgar al otro es muy fácil, entender su sufrimiento, acompañarlo a curarse, a encontrar la quietd y la paz que necesita es algo que, muy pocos están dispuestos a hacer. En ocasiones, porque se siente temor frente al misterio de la vida y, otras veces, por indolencia o simplemente, porque este tipo de servicio no se valora. Para muchas personas, en más de una ocasión lo he oído, escuchar a otro es un pérdida importante de tiempo. En medio de la incertidumbre de la vida diaria alguien comenta que fue a la iglesia buscando consuelo. Por más que intentaba orar, el corazón continuaba apretujado y no lograba concentarse para hacer las oraciones que sabía de memoria. En ocasiones, es necesario tomar prestadas la palabras de otros para dirigirnos hacia Dios y compartirle el sufrimiento que lleva nuestra alma. Dios siempre esta atento a escucharnos. Para Él, que conoce los secretos del corazón, lo que está más escondido en nuestro interior, escuchar es un acto de amor. Hay ocasiones, por lo general más de las que uno desearía, en las que el sentimiento de no ser escuchado por Dios nos inunda el alma. Sin embargo, Dios siempre nos escucha, incluso cuando guarda silencio que, es la mayoria de las veces.
Había una vez un hombre que trabajaba como conserje en un hospital. Trabajó más de treinta años y llegó el momento de su jubilación. Todos los médicos y enfermeras hicieron para él una fiesta de despedida y cuando estaban todos reunidos, el conserje viejo hablaba con el conserje nuevo que iba a sustituirle; le decía: Aquí todos son muy buenas personas y buenos profesionales. Los médicos son gente competente y muy buenos especialistas; las enfermeras igualmente son personas muy entregadas y amorosas. Ahora, ¡eso sí! Han estado todo el tiempo, durante treinta años diciéndome hasta la saciedad: “cuidado con los microbios, atención con la limpieza y la higiene”, ese ha sido su lema todo el tiempo; y la verdad yo nunca he visto uno solo de esos microbios. En esta ocasión, esta persona sale de la capilla y va al parque, en medio del jardín se sienta en una banca y comienza a respirar lentamente. Cuando el alma está asfixiada respirar pausadamente, se vuelve fatigoso. Poco a poco fue sintiendo confianza y encontró la paz, el consuelo y, el agobio dio paso a la certeza de que, en medio de lo que no comprendemos, Dios actúa. Escribe el Santo Nombre: “De pronto, ahora, aquí mismo, sin que medie previo aviso, irrumpe algo que nos deja en lo sagrado. Lo habitual queda sumergido en la poesía y aunque luego pasa deja su matiz en el fondo donde se dan las cosas. Es la atención que se ha visto transformada y a través de ella pudo manifestarse el Espíritu Santo transfigurando el mundo. Para permitir que esa misteriosa fuerza nos inunde suavemente con su fragancia, necesitamos un sentimiento de confianza en Aquel que nos trajo a la vida y sostiene a todo en la existencia. Desde esa confianza hay que actuar poniendo lo mejor en lo que nos vaya tocando hacer. E irán ocurriendo cambios en el cuerpo y movimientos en la mente, pero nuestra atención puede quedarse recostada en esta calidez del que se sabe amado y conducido al mejor destino posible”. Cuando el deseo de quitarse la vida aparece es porque la persona está librando una batalla contra lo inevitable. A constelaciones, vino una mujer con una depresión muy fuerte. Después de hacer el trabajo correspondiente, salió a la luz el deseo de ir a la muerte detrás del padre. Para ella, la vida sin el padre carece de sentido. Escribe un autor anónimo: “No podemos luchar todo el tiempo ni en todas las causas. Hay batallas que merecen la pena y otras que no. Hay en la vida algunas historias que claman por rebeldía, y otras que quizás es mejor asumir. También en la fe. Y en el amor. Y en la esperanza. Por eso es necesario que buscar la luz en Dios para acoger la vida, lo que sucede, la llamada, para pelear donde haga falta y no embestir contra muros insalvables”. Cuando los estados de miedo y panico se vuelven demasiado intensos es posible que, las personas piensen en quitarse la vida como una forma de controlar definitivamente el síntoma. La búsqueda del equilibrio, de la paz interna, de la armonía es el motor que impulsa la decisión de quitarse la vida. Desde afuera este acto parece irracional, pero para quien lo esta pensando llevar a cabo, es la solución más racional que esta a su alcance. De ahí que, la falta de empatía, la incapacidad para acoger el sufrimiento del otro, en lugar de ayudar, termine generando un grito como:¡Tírese! No es la mala voluntad de quien dice semejantes palabras sino su insensibilidad la que provoca reacciones tan desafortunadas frente al dolor que el otro experimenta, en lo más profundo de su alma. Hace poco vino a constelaciones un consultante. Durante el trabajo, el consultante repetía, como si fuera un mantra, la siguiente frase: “¡Tengo que ser capaz, tengo que ser capaz! ¡Esto no puede quedarme grande!” Este esfuerzo en contra de su vulnerabilidad había desatado ataques de ansiedad y panico muy intensos. Las figuras criterio de esta persona le habían enseñado a ser no dejarse vencer por ninguna circunstancia por dolorosa que fuera. La psicologia señala que, mientras más se reprima un sentimiento, sin considerar su origen; es decir, la situación que lo origino, más persistente será. Existen muchas terapias que invitan a superar el miedo y, lo único que logran es encadenar a las personas al miedo porque, lo que no se reconoce, sigue estando presente. El miedo es sólo la señal de nuestra conexión con una parte traumatizada de nuestra personalidad que sigue estando necesitada de nuestra atención y cuidado. Sin el cuidado, el ama desfallece y se hace vulnerable. Al respcto escribe Franz Ruppert: “Los miedos traumáticos se pueden tomar de los padres o de generaciones anteriores, mediante un trauma simbiótico, y se superponen a los miedos personales de la persona afectada. En cualquier caso, para integrar las experiencias de traumas se necesita mucho valor y confianza para reencontrarse una vez más con la situación original en la que se originó el miedo. Es necesario ir al encuentro de la experiencia de impotencia y desamparo con las partes sanas de la personalidad, sin la escapatoria de las estrategias de supervivencia enraizadas”. ¿Por qué luchar? Todos lo hacen. Es lo que hay. Nada cambia. No puedo ¿A quién le importa? Es cosa de otros. En su justa medida. ¡Qué más da!. Yo paso. Sin exagerar. Mañana. No te líes. ¡Qué pereza! No estoy seguro. Quizás ¿Hasta cuándo, Señor? Hasta que espabiles, hijo (José María Rodríguez Olaizola, sj)Francisco Carmona
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