Hace algunos días publicaron un libro titulado “¿Un futuro sin Cristo?” En 1970, Carl Gustav Jung, hablando sobre los problemas espirituales del mundo moderno, escribe: “Nuestra era quiere experimentar la psique por sí misma... anhela conocimiento, en lugar de fe”. En el mismo discurso advierte: “Las palabras sobre la psique son también palabras sobre Dios, debido a la correspondencia entre subjetividad y objetividad”. En otro espacio, de nuevo Jung, afirma: “La espiritualidad es una exigencia arquetipal de la psique en su proceso de individuación”. Sin espiritualidad es difícil vivir el proceso de individuación; es decir, alcanzar nuestro destino, ser nosotros mismos, cumpliendo el mandato de Dios: “Dejar al padre y a la madre para seguirlo a Él” En otro texto, Jung escribe: “Entre todos mis pacientes que se encontraban en la segunda mitad de la vida, es decir, con más de 35 años, no hubo ni uno cuyo problema más profundo no estuviese constituido por la cuestión de su actitud religiosa. Todos en última instancia estaban enfermos por haber perdido aquello que una religión viva siempre ha dado a sus seguidores. Y ninguno se curó realmente sin recobrar la actitud religiosa que le era propia. Esto es claro que no depende de una adhesión a un credo particular, ni de hacerse miembro de una Iglesia, sino de la necesidad de integrar la dimensión espiritual”. La tarea principal de la espiritualidad es ayudarnos a conocernos a nosotros mismos y a la fuente de la que provenimos. No somos seres que, puedan vivir desligados de su origen.
Un derviche que había hecho voto de soledad se había retirado a un desierto. Un día, junto a él pasó un rey con su séquito. El derviche, que se hallaba en estado de meditación contemplativa, no levantó la cabeza, ni siquiera se percató del cortejo. El monarca, aunque estaba de buen humor, se irritó contra él y dijo: Estos que visten el manto andrajoso son brutos como los animales y carecen de educación y humildad. El visir reprendió al derviche diciendo: ¡Oh derviche! El sultán de toda la tierra acaba de pasar. ¿No vas a rendirle homenaje como es debido? El derviche respondió: ¡Que el sultán busque homenajes en aquellos que esperan beneficiarse de su buena voluntad! Dile, además, que los sultanes se crearon para proteger a sus súbditos, y no los súbditos para servir a los reyes. El rey quedó impresionado por la sabiduría del derviche y dijo: Pídeme un deseo. El derviche respondió: Lo que deseo de ti es que no vuelvas a molestarme. Dame, pues, algún consejo - dijo el rey. El derviche contestó: Ahora que tienes entre las manos el poder y la soberanía, recuerda que pasan de mano en mano. La vida psíquica tiene sus raíces en la experiencia religiosa. La religión tiene como función permitir que el alma se siente unida a Algo más grande que ella. De la relación con la trascendencia se deriva el significado mismo de la vida para el hombre que, reconociendo la dimensión religiosa de su alma, se inclina ante el misterio, sin ningún prejuicio. Una vez que, despertamos a la consciencia de unidad, donde nos sabemos y reconocemos unidos a Dios como la fuerza que no sabemos definir a ciencia cierta, pero que experimentamos como el motor de nuestras aspiraciones más profundas y del anhelo de ser nosotros mismos, podemos enfrentar las crisis existenciales, complejos, neurosis y enfermedades de una forma diferente. Aquello que se asiente termina generando la fuerza que provoca la transformación. Escribe Lisímaco Henao, terapeuta: “Lo que tenemos en común con los árboles es que estamos unidos por las raíces, no importa si lo sabemos o no, de hecho, corrientemente no se sabe de esta imbricación. Debido a que reducimos nuestra vida a la vida del Yo (Ego), es decir, de la autonomía, voluntad y derechos individuales, solemos suponer que la familia, nuestro primer bosque, es apenas una plataforma de lanzamiento y que podemos desprendernos radicalmente de su savia con un esfuerzo adulto de voluntad. Mucho menos sabemos de nuestro contacto con las raíces nacionales, muchas personas aborrecen incluso la propia cultura, los sabores que provienen de la tierra humanizada mediante ese colectivo y, finalmente, nada sabemos de la forma como nos sustentan, nos nutren y nos influyen de diversas maneras las raíces de la especie, ese humano que se irguió alguna vez y que ha pasado por eones de imágenes, creencias, ideas, amores y odios. Estamos unidos por las raíces para bien y para mal. En ese nutrimento que proviene del colectivo, está incluido el paquete completo, también lo más trágico nos une, la crueldad, la envidia, la propensión a ser corrompidos, en fin, la sombra. Saber de esta unidad nos ayudaría a comprender mejor que somos tan diferentes como nos creemos sólo en la superficie, y que al avanzar hacia nuestras profundidades, lo colectivo parece ser la marca fundamental. Esto asusta, o más bien, aterroriza al ego moderno tan encumbrado en sus ideas de "autenticidad", "originalidad", "hacerse a sí mismo", hasta llegar al actual "ser la mejor versión de uno mismo" y las ideas de autoestima. El Yo se imagina que será destruido por sus propias raíces. Estamos unidos en las raíces no es una idea beatífica o que nos lleve a la perfección, es una idea, una imagen, humanizadora, que impide que nos salgamos de los límites puramente humanos, imperfectos y trágicos, lo cual lleva a otras reflexiones diferentes a las del "sálvese quien pueda" de los tiempos que corren... sálvese quien pueda y si hay que borrar a otro en ese camino, se borra. Un análisis psicológico profundo, un psicoanálisis de cualquier tipo, no podría prescindir de esa idea, si de verdad desea ser lo más completo posible, tampoco una política, una ciencia o un arte”. El origen de los conflictos que agobian nuestra existencia tienen su origen en el rechazo. Al respecto, escribe Joan Garriga en el libro vivir en el alma: “Cualquier problema hunde sus raíces en el rechazo. ¿De qué? Pues (y tomando de nuevo el eje del libro) de lo que es, de lo que somos y de los que son. Suscribo, en sintonía con Arnaud Desjardins, la siguiente máxima: Oposición es sufrimiento. O, lo que es lo mismo, sufrimos con aquello que rechazamos, en un intento fracasado de lograr estar mejor con ello. Al darle la vuelta al calcetín surge la otra cara de esa máxima: Asentimiento es felicidad”. Ningún ser humano se salva de atravesar un conflicto con la religión o con la espiritualidad. Muchos se quedan atrapados en esta situación. La cuestión se resuelve, como en el libro de Job, alcanzando una relación adulta con Dios. Escribe Benjamín Monroy Ballesteros, religioso franciscano: “Las imágenes deformadas de Dios pueden llevar no sólo a rechazar la fe, sino también a neurosis, angustias y depresiones. Juan Vicente Bonet cuenta como elaboro una de esas imágenes falsas del Dios de Jesucristo: Dios, en nuestra casa, era prácticamente un miembro de la familia muy admirado por papá y mamá, que nos describían como un señor ya entrado en años, muy bondadoso, muy poderoso, muy amigo de todos nosotros y muy interesado en nuestro bienestar. Le llamábamos el tío Jorge. Llegó por fin el día de llevarnos a visitar al tío Jorge, que vivía en una mansión impresionante, llevaba barba y tenía un aspecto hosco y adusto que nos daba miedo. De momento, no compartíamos la admiración de nuestros padres por aquel tesoro de la familia. Cuando la visita llegaba a su fin el bondadoso tío Jorge nos dijo en tono severo: Escúchenme bien hijitos. Quiero que vengáis a verme aquí cada semana, y si no lo hacéis, os voy a enseñar lo que os pasará. Así que nos conduce hacia el sótano de su casa. Todo está muy oscuro y, a medida que bajamos, hace más y más calor, y pronto empezamos a oír alaridos escalofriantes… Mientras volvemos a casa, fuertemente agarrados a papá con una mano y a mamá con la otra, mamá se inclina sonriendo hacia nosotros y nos pregunta: ¿No es verdad, hijos míos, que ahora amáis al tío Jorge con todo vuestro corazón? Y nosotros, que odiamos al monstruo, nos apresuramos a responder: ¡Sí, sí!, porque decir otra cosa equivaldría a ir a parar a la cola del horno” Una antigua sentencia sufí, la mística musulmana, dice: “Quien se conoce a sí mismo termina conociendo a su Señor, a su Dios”. Dice Javier Lama Suarez: “Sin autoconocimiento no hay posibilidad de transformación y progreso en cualquier ámbito de la vida. Señala Carl Gustav Jung: “Lo que es más importante y significativo para mi vida es vivir con la máxima plenitud posible para que la voluntad divina se cumpla dentro de mí. La naturaleza quiere que sea simplemente un hombre. Pero un hombre consciente de lo que soy y de lo que estoy haciendo. Dios Busca esa consciencia en el hombre”. Cuando somos consciente de quienes somos entonces, ocurre en nosotros la Encarnación y Resurrección de Cristo. En esto consiste, la verdadera experiencia religiosa y de encuentro con Dios en nuestro interior. Antes de que cante el gallo, te fallaré mil veces, y acaso sin saberlo. Confundiré seguir con soñar, y así, en fantasías sin sentido, olvidaré la dirección que me señalas. Me distraeré en peleas sin causa, defendiendo trincheras que a nadie importa tomar. Perderé el tiempo en laberintos absurdos, mientras tú esperas fuera. Me dormiré, distraído por canciones, mientras tu voz, clamando en mil gargantas, no consigue abrirse paso hasta mi ruido controlado. Buscaré atajos para evitar la dureza. Tal vez te niegue. Pero tú sabes que no es rechazo, es solo miedo. Miedo a perder. Miedo a sufrir. Miedo a arriesgar. Miedo a vivir. Despiértame, y que al abrir los ojos, tu gesto me muestre el camino (José María R. Olaizola, sj)Francisco Carmona
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