En psicología, se reconoce como psiconeurosis a un conflicto intrapsíquico originado por la represión de una necesidad profunda del alma. Al decir, intrapsíquico estamos haciendo referencia al mundo interno de una persona, a ese lugar sagrado donde sólo uno y Dios tienen acceso. Según Jung, el origen de la psiconeurosis está en el sufrimiento que el alma tiene porque aún no encuentra su sentido. El mismo Jung señala que, tanto el origen de la psiconeurosis como el camino de su curación se encuentra en la relación con lo Trascendente, en la experiencia religiosa o en el camino espiritual que hace posible la expansión de la consciencia; es decir, el autoconocimiento. El mayor obstáculo en este proceso proviene del desorden emocional causado por una experiencia que, por su carga emocional, hizo posible que la psique se escindiera para continuar adelante, para sobrevivir. El paso más importante en la cura del alma es, a mi parecer, la reconciliación con Dios. Tenemos tantas imágenes de Dios, la gran mayoría de ellas son distorsionadas, tanto que no sabemos, a ciencia cierta, si la voz que sentimos en nuestro interior proviene de nuestra sombra, de nuestros complejos, de las heridas que aún no sanamos, de los conflictos del pasado a los que aún continuamos aferrados, de la lealtad al sistema familiar, del desorden afectivo y moral en el que nos +encontramos, etc. El libro de Job, por ejemplo, deja una clara enseña: es imposible conocer a Dios sin conocerse a uno mismo; es muy difícil hablar de Dios con certeza cuando no hemos logrado aceptar nuestra historia como un camino de individuación. Es muy difícil saber, reconocer y aceptar a Dios cuando nuestra historia personal dice que no hacemos otra cosa que huir de nosotros mismos.
Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario de un hospital, conocí a una niñita llamada Liz que sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse, era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre. Yo lo vi dudar por un momento, antes de tomar un gran suspiro y decir: Sí. Lo haré si eso salva a Liz. Le voy a dar mi sangre para que ella viva. Mientras la transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, muy sonriente. Mientras nosotros los asistíamos, y veíamos regresar el color a las mejillas de la niña, de pronto el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: ¿A qué hora empezaré a morir? El niño no había comprendido al doctor, y pensaba que tenía que darle toda su sangre a su hermana para que ella viviera, y creía que él moriría... y aun así había aceptado. Antes de hablar de la experiencia religiosa o espiritual es necesario decir que, la madurez espiritual o religiosa se alcanza cuando tenemos claro que el mayor objetivo de la vida consiste en ser nosotros mismos. La voluntad de Dios para cada uno es que cada uno viva en coherencia con su Sí-mismo. Lo podemos expresar con las siguientes palabras: “No nací para cumplir tus expectativas; a tu lado, puedo ser yo y tú puedes ser tú. Falto de amor a mi mismo cuando me traiciono para complacerte. Si en algún punto de la vida coincidimos es hermoso, si no, todo está bien y podemos continuar el camino”. Vuelvo e insisto, nadie pueda saber quién es realmente Dios, si no está comprometido en saber quién es él, en realizar lo que es, en vivir su identidad. Ahora, Dios siempre ES y cuando no somos, Él nos muestra el camino para volver a la conexión con nosotros mismos y con Él. Cuando NO SOMOS, Dios invita, insistentemente, a SER. Liberarnos de las expectativas del sistema familiar que son las más fuertes implica atreverse a renunciar a la consciencia del sistema para abrazar aquella consciencia superior que nos invita a realizar lo que somos. No en vano, Dios le pide a Abraham que salga de la tierra de sus padres para ir a la tierra que Dios le va a mostrar. Nuestra fe tiene sus inicios en la decisión de aceptar la invitación de Dios de salir de la consciencia del sistema. Una salida que será difícil y dolorosa cuando el sistema familiar es rígido y lleva en su alma un dolor que aún no ha logrado resolver. A quienes desean seguirlo, Jesús les pide dejar a padres y hermanos atrás; es decir, amarlos como son, pero libres de los condicionamientos que provienen del sistema familiar. La psicología profunda llama individuación al camino que nos conduce a nosotros mismos; en palabras de Santa Teresa, a caminar en la verdad. Al proceso, por medio del cual se alcanza la individuación, la psicología profunda lo llama alquimia. Para poder ser nosotros, necesitamos conocer y conectar con nuestra verdadera esencia. Lo que somos permanece oculto, sepultado, debajo del dolor que nos disocia o fragmenta psíquicamente. Podríamos decir que, lo que somos está debajo de lo que no somos. Donde no podemos ser nosotros mismos es porque el dolor es la fuerza que nos está guiando. Lo que no se resuelve, lo que intentamos apartar de la consciencia porque nos avergüenza, nos aleja de las expectativas del sistema, nos hace sentir culpables, termina imponiéndose y convirtiéndose en la guía de la consciencia. Así, muchas cosas se dejan de hacer por culpa, vergüenza, rabia, tristeza, etc. Sólo en la medida que entramos en contacto con nosotros mismos, con nuestra esencia, y decidimos actuar desde ella, asumiendo el costo que representa, podemos liberarnos de aquello que nos impide ser, que nos ata. San Juan en su evangelio dice: “La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”. El conocimiento del alma es uno de los objetos más misteriosos y ocultos del que uno puede llegar a tener experiencia. El sustrato del alma, su esencia, es religioso. El alma anhela a Dios, lo busca y ante Él se confunde, tiembla, se fortalece, vacila, actúa, se entrega, etc. Lo que ocurre en el alma siempre está asociado a la relación que tiene con lo numinoso, lo religioso o lo trascendente, como lo queramos llamar. De ahí que, las cosas del alma exijan respeto, entrega y, sobretodo, acogida. Podríamos decir que, las cosas del alma son semejantes a las expresiones de la mujer que ama y no logra la conexión sana con su amado. Entender el alma exige entregarse al misterio del amor que la habita. Liberar el alma de las imágenes equivocadas, distorsionadas, manipuladas e ideologizadas de Dios es un servicio que vale la pena realizar aunque resulte, a veces, difícil, tedioso, incomprensible e inabarcable. El acompañamiento terapéutico del alma exige estar dispuestos a escuchar el dolor que el alma siente por las veces en las que confundió el amor y, en lugar de entregarse a Dios, se entregó a falsos dioses que la destrozaron, la hirieron, la confundieron, la manipularon y abusaron de ella. Después de lo anterior, que equivale a una confesión, es importante ayudar al alma a reconocer lo esencial en ella y el impulso vital que la anima y, a veces, también la confunde. Los dos pasos anteriores, nos ponen ante la tarea, inevitable, de trabajar con el alma las imágenes dolorosas de la infancia donde se quedó atrapada. Hoy al despertar he mirado por la ventana. Las calles no han cambiado. Las personas son las mismas. El mundo parece igual de loco hay desigualdad e injusticia y las guerras no terminan. ¿Qué ha pasado, Señor, de ayer a hoy? He cerrado la ventana y he mirado frente a frente mis preguntas. Esta noche, el tiempo se ha roto y se ha abierto la eternidad al ser humano. El mal, en su imparable ascenso, ha perdido una batalla clave. Los que lloran han visto sus lágrimas enjugadas y un abrazo inmenso les cobija. Hoy, una luz nueva baña el mundo, una voz distinta habla de paz y de amor. Y, sin darme cuenta, hay resurrección a cada paso (Óscar Cala sj) Francisco Javier Carmona
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