En el evangelio de Juan (4, 43-54) encontramos un dato curioso: “Jesús partió de Samaría para Galilea, donde él mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Pero cuando llegó, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino”. Jesús va a un lugar que le causa escaramuza, como dicen en la calle. Jesús tenía sus propias prevenciones. Sin embargo, no son una excusa ni un motivo para dejar de realizar su misión. Un día el mulá Nasrudín vio a un maestro de escuela conducir a un grupo de alumnos a la mezquita ¿Cuál es el propósito de esta actividad, docto maestro? preguntó el mulá. Hay una sequía - dijo el maestro - y esperamos que el ruego de los inocentes conmueva al cielo. Ruegos inocentes o culpables - dijo Nasrudín, nada puede tener efecto sin conocimiento ¿Cómo puede usted probar una afirmación tan peligrosa? - farfulló el afrentado pedagogo. Es fácil - dijo Nasrudín - porque si las súplicas y las intenciones dirigidas por la necesidad aparente fueran suficientes, no quedaría un solo maestro de escuela sobre la tierra. Los niños anhelan su abolición”
Es curioso, Jesús, el Hijo de Dios, tiene que hacer un cambio en su imagen de Dios. Al principio, Jesús está convencido de haber sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel. Será una mujer sirofenicia la que provocará una crisis interna que llevará a Jesús a comprender que, pueblo de Israel no son los nacidos en Israel sino todos los que, de una forma u otra, anhelan experimentar el amor y la misericordia de Dios. Otro dato curioso, Jesús sabe que hay lugares donde no es bienvenido, su enseñanza resulta escandalosa y su actuación es motivo de rechazo por muchos. Sin embargo, no se escuda en el rechazo. Él sabe que, si quiere ser fiel a Dios tiene que ir, con más generosidad, donde la ausencia de Dios como un Padre que ama, reconcilia, sana y convoca a la fraternidad es una urgencia. Jesús no deja que prevalezca su oscuridad sino que apuesta por el amor. Las ofuscaciones de las que debemos salir para peregrinar en paz hacia nuestro destino son varias. La primera de ellas, es la ofuscación que nuestro padre nos ocasionó al proyectar sobre nosotros sus propios problemas. Recordemos que, para Constelaciones Familiares el Padre no es otro que el principio de autoridad desde el cual actuamos. A veces, ese principio de autoridad se vuelve tiránico y asfixiante y la única forma de sobrevivir es alejarnos de él. Para nadie es un misterio que, en la sociedad actual, hay una pelea casada con la disciplina. Todos, de alguna forma, queremos que nos dejen ir por libre. Salir de la ofuscación con el Padre implica la reconciliación con él. La segunda ofuscación tiene que ver con la proyección que nuestra madre hizo en nosotros de las partes no vividas de sí misma. En la psicología se afirma que, +no hay un peso más grande e el alma de los hijos que, la vida no vivida de sus padres. La vida no vivida de la madre marca enormemente el rumbo del alma de los hijos. Cuando una madre ha sido vista como víctima; para los hijos, la felicidad aparece como algo que no esta permitido. Sin darnos cuenta, nuestra vida se convierte en un fiel espejo de aquello que subestimamos o desvalorizamos de nuestra madre. A través de sus palabras, la madre continuamente proyecta sobre nosotros aquello que fue frustrante para ella. Muchos llevan sobre sus espaldas la soledad, el fracaso en la relación de pareja, la tristeza o la ambición de la madre. La tercera ofuscación está relacionada con nosotros mismos, con las identificaciones que asumimos como si fueran nuestro destino. Nos hemos identificado con la desvalorización, la ambición, la megalomanía, la inferioridad o la vana ostentación de logros y sueños. Nos quedamos atrapados en la frustración o la sensación de fracaso cuando las cosas no resultan como las proyectamos o ambicionamos. Mientras no tengamos un contacto profundo con nosotros mismos, las identificaciones permanecen y, con ellas, la confusión acerca de nuestra identidad. En la medida, que peregrinamos, se va revelando ante nuestros ojos quienes somos realmente. La cuarta ofuscación tiene que ver con la relación que tenemos con Dios. En psicología, Dios está más relacionado con la fuerza que nos da la vida y despierta la consciencia sobre nosotros mismos que, con una doctrina o institución. A Dios lo encontramos cada vez que nos preguntamos que hace que +la vida tenga sentido y que nosotros podamos caminar seguros por la vida aunque las fuerzas destructivas nos acechen. Una falsa imagen de Dios o una desconexión con el misterio pueden conducirnos por caminos que no son los que deseamos transitar. En la medida que nuestra imagen de Dios y nuestra relación con el misterio se transforman, también se enriquece nuestra visión de la vida y del lugar que tenemos en ella. La ofuscación también es una invitación a conectar con el momento presente. Nos ofuscamos porque nos resistimos a la vida y a su voz que nos llama a salir de lo habitual y conocido para adentrarnos en el Misterio que trae consigo la desconocido y lo que nos confronta con nuestra verdad interior. Cuando nos mantenemos en el presente aquellas cosas que hacen parte real de la vida empiezan a suceder y a transformarse. En el momento presente, Dios se manifiesta y nos regala el conocimiento de nuestros dones y la alegría necesaria para continuar caminando hacia lo que más adelante nos espera. La ofuscación se transforma en abandono cuando vamos hacia el corazón. Escribe Pedro Sánchez: “Hacer las cosas de forma rápida y acelerada es una forma de quitarles consciencia, atención, dedicación. El amor necesita de toda tu atención, toda tu +dedicación y toda tu consciencia”. Cuando sucede esto, la ofuscación quedo atrás. No me dejes desear, el crujir de la leña en una cálida y cómoda hoguera bajo una manta compartida. Alimenta mi deseo de salir, en tu soledad acompañada, a dormir sobre el frío y sucio suelo del que nunca tuvo quién buscara en sus ojos reflejada tu mirada (Fran Delgado, sj)Francisco Carmona
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