Ser dominados por la razón y por la evidencia científica es ahora la nueva ilusión que la mente creó. Ahora, nuestra mayor competencia consiste en demostrar nuestra superioridad sobre los demás, hace rato, nos olvidamos de ser personas íntegras, coherentes, respetuosas del orden que permite una sana convivencia. Hacer trampa, engañar y robar con la condición de no ser vistos ni descubiertos es el nuevo rostro del heroísmo. Al dejar a un lado nuestra relación con lo numinoso hemos conquistado la ilusión, como dice Jung, y liberamos la angustia, la ansiedad y nuestro narcicismo. Los dioses, dice Jung, llevan una vida ignominiosa entre las reliquias de nuestro pasado y mientras tanto nuestra alma vaga por el mundo de los ansiolíticos, antidepresivos, adicciones y, en algunas ocasiones, en el consumo de alguna sustancia que nos permita conectar con el mundo subterráneo donde habitan más nuestros monstruos que nuestros anhelos profundos. Un texto anónimo de la tradición dice que cada persona, en su existencia, puede tener dos actitudes: construir o plantar. Los constructores pueden demorar años en sus tareas, pero un día terminan aquello que estaban haciendo. Entonces se paran, y quedan limitados por sus propias paredes. La vida pierde el sentido cuando la construcción acaba. Pero existen los que plantan. Estos a veces sufren con las tempestades, las estaciones y raramente descansan. Pero al contrario que un edificio, el jardín jamás para de crecer. Y, al mismo tiempo que exige la atención del jardinero, también permite que, para él, la vida sea una gran aventura.
A pesar de ser capaces de hacer cosas muy loables, la angustia existencial es cada vez mayor. En la horda primitiva, los hombres asesinan al padre para poder conquistar las mujeres que, al parecer este acaparaba. Después del cruel asesinato. El miedo se apodera de la psique de la horda y para exorcizarlo levantan un altar en su memoria y adoran sus instrumentos de trabajo. Con el paso del tiempo, la horda comienza a trabajar denodamente y a reprimir el instinto sexual. Sin darse cuenta, comienzan a enfermar, primero psíquicamente, después físicamente y, al final, la gente pierde el sentido de la vida, comienzan a suicidarse y nadie sabe por qué. Construyeron diversas teorías; mejoraban por un momento y, después, inexplicablemente, volvían a experimentar el vacío. La primera generación guardó silencio frente al asesinato. La segunda comenzó a celebrar fiestas en el honor del trabajo. La tercera, la cuarta y, de ahí en adelante buscaron soluciones siempre afuera. Nadie se preocupó de trabajar la relación con la fuerza inicial, con la fuerza del padre, al que la horda asesino con la esperanza de poder estar mejor sin él. Carl Gustav Jung escribe: “El cambio tiene que empezar por el individuo; podría ser cualquiera de nosotros. No podemos permitirnos el lujo de mirar alrededor y esperar que alguien haga lo que a ninguno de nosotros le apetece hacer. Como nadie sabe qué podría hacer, cada uno debería tener la valentía de preguntarse si por casualidad su inconsciente sabe algo que pueda ayudarnos, pues no hay en perspectiva una respuesta consciente satisfactoria. El hombre de hoy sabe dolorosamente que ni sus grandes religiones ni sus diversas filosofías parecen proporcionarle poderosas ideas que le darían la certidumbre y la seguridad que necesita a la vista de la situación actual de su mundo, de su alma”. De nuevo Jung habla: “Los budistas dirían que los problemas serían gobernables y solucionables si la gente siguiera la noble senda del Dharma (doctrina, Ley) y conociera verdaderamente el Sí-mismo. Los cristianos dicen que los problemas son gobernables y solucionables si la gente tiene la fe correcta en el Señor. Los racionalistas afirman que los problemas serían gobernables y solucionables si la gente fuera racional e inteligente. Pero, ninguno de ellos intenta solucionar el problema”. En el pasado, la gente podía ver, escuchar y seguir la voz. A menudo, la gente narraba historias donde Dios se había hecho presente. Siguiendo el pensamiento de Jung: “Hoy, no suceden estas cosas porque la gente no es capaz de arrodillarse tan bajo”. Hoy, el tema no está tanto en volver al encuentro con nosotros mismos sino en la forma como estamos llevando a cabo ese encuentro y los medios que estamos utilizando. La psique es el espacio donde lo numinoso o trascendente se manifiesta. Sabemos que estamos ante una experiencia realmente numinosa porque la psique se transforma, lo que estaba disperso se reúne, lo que estaba enfermo se sana, lo que estaba distorsionado se corrige y lo que estaba cerrado se abre. Las diversas religiones responden ante este hecho diciendo: “no podemos caer en la ilusión y fantasía (budistas), si no está en la Biblia y la doctrina de la Iglesia es inaceptable (cristianos), si nos aparta de los mandamiento no es posible (judíos) y, si no es razonable y tiene evidencia científica es inaceptable (racionalistas y cientificistas). Cuando estamos cerrados a la trascendencia porque estamos atrapados en la razón, nos ponemos a buscar el gen que explique el trastorno que padecemos. De alguna manera, buscamos conectarnos con algo, cuyo poder no seamos capaces de controlar, y ante el cual, podamos rendirnos, sin sentir vergüenza. De nuevo, señala Jung: “Seguimos suponiendo alegremente que la consciencia es sentido y lo inconsciente disparate. ¡Cómo si pudiéramos establecer que un fenómeno natural tiene sentido o no! Evaluaciones de este tipo, demuestran el estado lamentable de nuestra mente, que oculta su ignorancia e incompetencia detrás de la fachada de la megalomanía. Sin duda, los microbios son pequeños, insignificantes y despreciables, pero sería una locura no saber nada acerca sobre ellos”. Cuando desprecio algo que no conocemos, que no nos hemos atrevido a investigar, en lugar de un gran conocimiento o sabiduría estamos dejando entrever el miedo que nos produce lo que no está dentro del paradigma de conocimiento que tenemos o supera los límites de nuestra mente. A veces, la gente habla sobre temas que desconoce con un aire tal de autoridad que, parecen jueces revestidos de una autoridad que les permite demeritar todo lo que no comprenden o está por fuera de su capacidad mental. Esta actitud obedece más bien a un enredo de la consciencia subjetiva donde los complejos adquirieron una numinosidad tan fuerte e intensa que se llega a confundir la oscuridad con la luz. La proporción que el inconsciente tiene con respecto a la consciencia debería ser prueba suficiente para reconocer su influencia en la forma como percibimos, concebimos y actuamos ante la vida y sus desafíos. Nadie puede negar, ni siquiera la Sagrada Escritura, que Dios se comunica con el ser humano, con sus hijos, a través de sueños, visiones y otros medios que, sin lugar a duda, pertenecen al mundo inconsciente antes que al mundo consciente. Si queremos comprender la voluntad de Dios, necesariamente, tenemos que descender a ese mundo donde lo racional no tiene el dominio y, menos aún, gobierna a su antojo y beneplácito. No llores la semilla que caída al borde del camino fue engullida por los pájaros. No hagas duelo por aquéllas que se secaron al germinar por falta de profundidad. No te entristezcas por la simiente, ahogada entre zarzas y abrojos. Tú, en cambio, alégrate y celebra las semillas que dieron el treinta, el sesenta, el ciento por uno. Y agradece, cada día, al sembrador que sale a sembrar sin mirar la tierra en la que siembra (Antonio Bohórquez sj) Francisco Javier Carmona
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