Un día un maestro que vio a un niño dando excusas de una explosión de ira, lo llevó a la clase y, entregándole una hoja de papel, le dijo: ¡Estrújalo! Asombrado obedeció e hizo una bolita.... Ahora déjalo como estaba antes. Por supuesto que no pudo dejarlo como estaba.... por más que lo intentó, el papel quedó lleno de pliegues y arrugas. El corazón de las personas, dijo, es como ese papel… la impresión que en ellos dejas será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues. Escribe Carolyne Hobbs: “Cuando nos sentimos juzgados, criticados, heridos o rechazados, el Ego arremete al instante, de la manera en la que siempre lo ha hecho, desde que éramos pequeños. Pero a medida, que somos testigos de todas nuestras reacciones, aunque el Ego siga saliéndose con la suya, hacemos progresos por el sólo hecho de mantenernos como observadores. La consciencia precede a todo cambio”. Una vez que, somos conscientes de nuestras reacciones, en lugar de poner la culpa y la responsabilidad afuera, podemos detenernos y, preguntarnos: ¿al servicio de qué están mis reacciones? ¿Es así, cómo construyo la vida que deseo y las relaciones que anhelo tener? ¿obrando de esta forma, me dirijo hacia lo que deseo alcanzar en la vida? Manteniéndonos en el estado del Ego, con dificultad, vamos a lograr la realización de nuestra vida. Mas bien, vamos a encontrar tropiezos todo el tiempo.
Aquello que nos sanamos, se repite una y otra vez. A fuerza de repetir las mismas experiencias dolorosas, el corazón no sólo se cansa sino que, también se endurece, creando una coraza que, muchas veces, se vuelve impenetrable e incontrolable. Señala Carolyne Hobbs: “huir de lo que nos sucede o responsabilizarnos excesivamente sólo contribuye a provocarnos un cáncer, un divorcio o un sufrimiento más allá de lo que humanamente podemos soportar con dignidad”. Nos hacemos responsables del sufrimiento que hemos vivido cuando nos comprometemos a revertir los viejos patrones de conducta que nos enferman y agobian. Cuando sintonizamos con la verdad, el alma y el corazón se sienten en casa, tranquilos y acogidos. La buena salud es la expresión de la armonía que vamos encontrando cuando asentimos las cosas como son y cómo sucedieron. De nuevo, Carolyn Hobbs: “Me siento herido, asustado, decepcionado o triste, nuestro cuerpo exterioriza diligentemente nuestros sentimientos no reconocidos. Una vez que admitimos: ¡tengo miedo!, el cuerpo puede relajarse. Cuando admitimos frente a los demás: ¡tengo miedo a qué me juzgues, a que te rías de mí o que ignores mis necesidades!, el cuerpo se rinde y entra en silencio. Esto explica porque, a pesar de las promesas de no volvernos a enojar, la psique se ve superada y da rienda suelta a lo que intentamos controlar. Aquello que intentamos ocultar o acallar termina dominándonos”. Sólo cuando nos rendimos y aceptamos lo que sucede en nuestro interior, podemos estar en paz. El examen del corazón es una muestra de responsabilidad con nosotros mismos y con aquellos que comparten la vida junto a nosotros. La mayoría de nosotros albergamos en el corazón sentimientos de los cuáles no somos realmente conscientes. Una vez que nos hacemos la pregunta: ¿qué me está moviendo para reaccionar, actuar o decidir como lo estoy haciendo? Podemos acceder a las profundidades del alma y del corazón y, conocer los sentimientos que están habitando allí e impiden que vivamos como anhelamos hacerlo. Los mayores saboteadores de nuestro éxito somos nosotros mismos. Descender a las profundidades del corazón, al lugar donde Dios y el Ego comparten espacio, nos sentimos libres para hablar de lo que nos habita y, también de aquel, a quien estamos obedeciendo. Recordemos que, podemos decirle a todos: ¡estoy en paz!; pero el cuerpo no admite mentiras. Lo que no está en consonancia con la verdad de nuestro ser, termina enfermándonos. En un taller de constelaciones, un consultante quiso trabajar el cáncer. Este hombre se había acostumbrado a negar su identidad. Cada vez más, se metía en experiencias que, no sólo eran dolorosas sino que también, iban en contravía de los valores que deseaba vivir. Se había acostumbrado a este estilo de vida, le parecía normal. Un día, en una reunión, se encontró una persona que lo conocía desde hacía mucho tiempo. Sintió mucha vergüenza y mucho temor de ser puesto en evidencia. Tres meses después de aquel evento, el cuerpo empezó a enfermar y, ahora estaba lidiando con el cáncer. El cuerpo, dice Carolyne Hobbs, comunica nuestros verdaderos sentimientos sin pronunciar una sola palabra. En Constelaciones es frecuente que las personas digan: “Este asunto ya lo he trabajado anteriormente y, considero que está sano”. La mayoría de las veces, las personas no han terminado de hablar para que el cuerpo comience a exteriorizar la verdad a través de los puños cerrados, la alergia, la migraña, el deseo de quererse ir, etc. El cuerpo, en cuestión de segundos, es capaz de exteriorizar lo que intentamos acallar para conservar la buena imagen ante los demás. Los sentimientos lo único que necesitan es, ser reconocidos, que les dediquemos unos segundos para comprenderlos y acogerlos. No hay necesidad de juzgar lo que sentimos; al hacerlo, rechazamos lo que sentimos y comenzamos el camino del malestar. Escribe Carolyne Hobbs: “Si nos tomamos unos segundos para decirle a nuestro Yo infantil: me doy cuenta de lo triste que estás en este momento, comprendo que el comentario de esta persona te hiriera, veo que te sientes lastimado porque no tienes la atención que deseas, él se siente visto y escuchado, y gracias a eso es libre de saltar al momento siguiente. De vez en cuando, si los sentimientos persisten, puede ser que nuestro corazón consciente necesite que hagamos algo frente a una necesidad insatisfecha. En estas condiciones, podemos preguntarnos: ¿Qué está anhelando el corazón? Cuando podemos acoger al corazón, a sus sentimientos, a sus anhelos, a sus necesidades, la vida fluye de manera diferente. Yo tengo un Dios único, nada ni nadie se le compara. Tengo un Dios que se me revela, tengo un Dios que se hace carne, tengo un Dios que se hace pobre. Tengo un Dios que me perdona, y me perdona siempre. Tengo un Dios que me quiere sin maquillaje, y eso me tranquiliza. Tengo un Dios que me da Vida, porque yo no tengo. Tengo un Dios que, no me juzga, no me agobia, no me pide cuentas, sino que me anima y consuela en el camino. Tengo un Dios que me espera, todo el tiempo que haga falta. Tengo un Dios disponible, a todas horas y en todo momento. Tengo un Dios que se me entrega siempre, todos los días. Yo tengo un Dios inigualable, nadie ni nada se le compara (Jacobo Espinos) Francisco Carmona
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