En una sociedad del cansancio, como define Byung a la sociedad actual, el exceso de positivismo, nos hace creer que, el dolor no existe y, sí aparece, en lugar de humanizarnos, porque nos obliga a entrar en contacto con él, tenemos algo que podemos convertir en espectáculo, en motivo de burla, mofa o indiferencia. Hace poco, vi en las redes una invitación a reírnos hasta el cansancio del dolor y el sufrimiento porque, según la coordinadora, es la “forma plena de acceder a los órdenes y al amor del Espíritu”. El orden afectivo se encuentra cuando decidimos salir de nuestra constelación personal; es decir, del lugar, la actitud o postura con la cual enfrentamos diariamente la vida. Todos vamos por un camino. Lo transitamos porque estamos convencidos de que es el nuestro, el que nos pertenece. Un día, descubrimos que, nuestro lugar en la vida, nuestra actitud ante ella, la forma como nos percibimos a nosotros mismos no coincide con la realidad profunda que nos habita. En Octubre de 2010, Bert Hellinger escribe: “Al principio de mi trabajo terapeútico, veía a mucha gente que quería resolver cosas para ellos y sus expectativas estaban enfocadas en mí, como en aquel que puede ayudarles. Asumí esas expectativas y me puse enfermo. Experimenté en mi mismo lo peligroso que puede resultar el afán de ayudar. ¿Por qué? Sin darnos cuenta, podemos entrometernos en el destino de los demás. Al principio de la constelaciones, vi que una fuerza tomaba a los representantes a su servicio. No era yo el que actuaba, era el espíritu quien nos animaba a todos a darle orden al caos en el que nos encontrabamos. Unos entraban en el caos por el sufrimiento y, otros, por el afán de ayudar”
Al atardecer, un pastor se disponía a conducir el rebaño al establo. Entonces contó sus ovejas y, muy alarmado, se dio cuenta de que faltaba una de ellas. Angustiado, comenzó a buscarla durante horas, hasta que se hizo muy avanzada la noche. No podía hallarla y empezó a llorar desesperado. Entonces, un hombre que salía de la taberna y que pasó junto a él, le miró y le dijo: Oye, ¿por qué llevas una oveja sobre los hombros? El orden no consiste en reírte del sufrimiento sino en acogerlo, saber qué hace parte de la vida, que se puede curar y que la espiritualidad es el camino para que esa transformación sea posible. La verdadera consciencia del sufrimiento nos revela que, muchas veces, aquello que nos atrapa esta sobredimensionado por nuestro ego o vergüenza. Bajo ninguna circunstancia, podemos llamar espiritualidad a la mofa sobre el dolor y, menos aún, sobre lo que llena de angustia el alma y el corazón de una persona haciéndola sentir que, la forma de salir del síntoma, del desequilibrio en el que se encuentra, está en la alternativa de quitarse la vida. Bert Hellinger señala que, el Espíritu nos toma a cada uno a su servicio, un servicio que tiene como característica fundamental la reconciliación dentro de un orden superior al que estamos habituados a vernos y contemplar no solo nuestra vida sino también la de quienes nos rodean. Es difícil entender lo que sucede en la vida del otro si no nos sentimos en sintonía con él, con su sufrimiento, con la realidad en la que se encuentra inmerso. Para muchos de los espectadores de un suceso lamentable, como el suicidio. El miedo a darse cuenta de la propia vulnerabilidad, hace que las personas se muestren indiferentes y crean que, esa realidad no les pertenece ni hace parte de su vida. En silencio, muchas personas lidian con sus deseos, ideas y sentimientos de querer acabar con la vida. La falta de compasión y acogida, hacen que estas personas prefieran sufrir en silencio antes que dar el paso a contar lo que sucede en su interior. El dolor silenciado es más grande que el dolor expresado. El orden del espíritu invita a transformar el silencio en palabra que sana. Entramos en el orden del espíritu cuando nos damos permiso de observar en lugar de dedicarnos a juzgar. El espíritu ayuda a resolver los conflictos que provoca el desorden en la convivencia. El espíritu en lugar de crear distancia, derriba murallas y acerca a las personas para reconciliarlas y abrirlas a una dimensión nueva. El espíritu acoge el sufrimiento y lo transforma en una capacidad diferente de encontrarnos con el otro, con nosotros mismos y con Dios. En la medida que, comprendemos lo que sucede desde un lugar al que estamos acostumbrados podemos abrirnos al amor que todo lo trasciende y lo sana. Hellinger señala que dentro de los órdenes del Espíritu las comprensiones son diferentes a las que nos puede ofrecer el amor ciego o el ego. Es impresionante ver que, la verdad está más allá del pensamiento y postura propia. El Espíritu nos saca de nosotros mismos y nos obliga a considerar lo que no nos atrevemos porque el temor prima, la mayoría de las veces, sobre el orden. La vida es movimiento y lo que sucede en ella nos mueve y, en algunos casos, nos conmueve. Cuando esto último sucede, el Espíritu confronta nuestras ideas sobre el amor, la reconciliación, la convivencia y, de manera especial, sobre el amor adulto. El espíritu no piensa en el pasado sino en el presente y en la tarea que estamos invitados a realizar porque, para el espíritu lo que pasó, hace parte de nuestra vida, pero no es el destino que tenemos que alcanzar. El pasado está orientado a la consumación en lo que viene más adelante. Si nos aferramos al pasado entonces, no permitimos que lo nuevo que ha de llegar se vuelva presente. Escribe Bert Hellinger: “Lo que está por venir llegará a convertirse en pasado y del mismo modo se mueve como algo pasado en dirección hacia algo que ha de suceder. Para nosotros es inimaginable que pudiera finalizar este pensamiento que todo lo mueve. Así como no puede haber algo que no hubiera sido pensado por él, así tampoco puede haber algo después de él. ¿Porque quién o qué pudiera pensarse después de semejante pensamiento?” Solo en el amor que sigue al orden encontramos la verdad que habita en nuestra vida y puede guiar nuestros pensamientos y acciones hacia un bien mayor donde Dios es la Fuente y el Destino. Por todas esas veces que estuviste para mí, por todas las verdades que me hiciste ver, por toda la alegría que trajiste a mi vida, por todos los errores que me hiciste corregir, por cada sueño que hiciste realidad, por todo el amor que encontré en ti. Fuiste mi fuerza cuando estaba débil, fuiste mi voz cuando no podía hablar, fuiste mis ojos cuando no podía ver. Tú decías que lo mejor estaba en mí. Me ayudaste a avanzar cuando no podía llegar. Me diste fe, pues tú creías en todo lo que yo era. Porque tú me amaste primero. Me diste alas y me hiciste volar, tocaste mis manos y pude tocar el cielo. Perdí mi fe y tú me la entregaste. Tú dijiste que no había estrella que no pudiera alcanzar. Estuviste por mí y ya estoy de pie. Tengo tu amor y lo tengo todo. Estoy agradecido por cada día que me diste, quizás no sepa cuanto pero sé que en verdad es mucho. Porque tú me amaste primero. Fuiste mi fuerza cuando estaba débil, fuiste mi voz cuando no podía hablar, fuiste mis ojos cuando no podía ver. Tú decías que lo mejor estaba en mí. Me ayudaste a avanzar cuando no podía llegar. Me diste fe, pues tú creías en todo lo que yo era. Porque tú me amaste primero (Rezandovoy)Francisco Carmona
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
Visita los canales de podcast en la plataforma de spotify y reproduce todos los episodios.
Haz parte de nuestro grupo de suscriptores y recibe en tu WhatsApp la reflexión diaria.
Escanea o haz clic en el siguiente enlace
Filtrar Contenido
Todos
|