Uno de los desafíos más importantes dentro del proceso de crecimiento espiritual está relacionado con la capacidad de conservar la paz en medio de la crisis, de la tormenta. Escribe Anselm Grun. “Nosotros no podemos impedir que la vida nos ponga obstáculos en el camino. Y tampoco tenemos ninguna garantía de que no nos quitará mucho de lo que consideramos importante. Pero hay una cosa, Víctor Frankl estaba totalmente convencido de ello, que no puede quitarnos: la libertad de reaccionar ante ella, ante lo que nos sustrae”. La vida puede quitarnos muchas cosas, pero nunca la libertad para reaccionar ante lo que nos sucede. A constelaciones, vino un hombre que, en el lapso de tres meses tuvo cuatro pérdidas. Cuándo lo miro y le preguntó: ¿Cómo esta? Responde con tranquilidad: me duele mucho, sé que hay una voluntad divina detrás de todo y decidí aceptar que, pasan cosas que duelen mucho, pero nada de lo que tenía, iba a ser para siempre. ¡Dios me va a sostener! Ante estas palabras, sólo es posible el silencio y la reverencia. La única forma que conozco, hasta ahora, para no quedarnos atrapados en el dolor, consiste en transformar el sufrimiento en un acto de entrega y abandono en las manos de Aquel que, sabemos nunca nos dejará solos y, que tiene el poder para enjugar nuestras lágrimas y transformar nuestro luto en danza. Lo que se transforma nos conduce a la plenitud de la vida. Aquello doloroso a lo que nos aferramos, termina llevándonos a vivir la vida en completa amargura, enojo, deseos de vengarnos y desconectarnos de nosotros mismos, de la vida y de Dios. Desaprovechamos la vida cuando en lugar de transformar el sufrimiento, lo convertimos en nuestro destino y razón de ser. En el libro el Principito encontramos la siguiente expresión: “Vives de lo que tú transformas”.
Dos amigos se reunieron para comer y antes, uno de ellos pasó por el quiosco a comprar el periódico. Este saludo amablemente al vendedor. El quiosquero, en cambio respondió con malos modales y muy desconsiderado le lanzó el periódico de mala manera. El comprador en cambio sonrió amablemente y pausadamente deseo al quiosquero que pasará un buen día, dándole las gracias por su servicio. Los dos amigos continuaron el camino y cuando ya estaban alejados del quiosco, el otro amigo le dijo: Oye ¿Este hombre siempre te trata así? Si, por desgracia, le dijo el amigo ¿Y tú siempre te muestras con él tan educado y amable? Si, así es. Y ¿me quieres decir, porque tú eres tan amable con él, cuando él es tan antipático contigo? El amigo le contesto: es bien fácil. No quiero que sea él quien decida como me he de comportar yo. Tenemos que estar atentos porque muchas transformaciones no están propiamente al servicio de la vida sino del narcisismo e individualismo que, cada vez más, se comporta de manera agresiva. Constantemente, aparecen publicaciones en la redes sociales frases como éstas: “estamos llegando a un extremo donde los sabios tienen que callar, para que los ignorantes no se sientan ofendidos”; “Hoy, es más fácil diluir un átomo que un prejuicio”; “cuidado con lo que dices, porque puedes ofender a quien no se quiere hacer cargo de sí mismo”. Hace poco, alguien comentaba que, en su lugar de trabajo estaba prohibido hablar de la figura paterna en la configuración de la psique del niño porque, según un directivo, eso era fomentar el machismo y alimentar el patriarcado. En el libro “la transformación de la mente” el autor señala el peligro que actualmente amenaza a la cultura. Según el autor, vamos camino a la intransigencia y la negación de la vulnerabilidad. El libro destaca tres afirmaciones, a su parecer erróneas, que alimentan el proceso de transformación negativa de la cultura actual. La primera afirmación: Tenemos derecho a eliminar todo lo que nos duela, nos incomode o no nos agreda. La segunda afirmación: mis sentimientos son la verdad, si yo lo siento esa es la verdad y tiene que ser respetada, quien cuestiona es un intransigente, irrespetuoso que, quiere tener la razón y dominar a los demás. La tercera afirmación: el mundo está dividido en buenos y malos, hay que acabar con los malos porque ellos están destruyendo el mundo. Lo curioso es que, los malos son los que no coinciden con nosotros. En medio de las crisis, de los momentos en los que parece que vamos a sucumbir ante el dolor, es necesario decir: Padre, me pongo en tus manos. Escribe un colaborador de rezandovoy: “Uno no elige lo que la vida le da. No se puede vivir a la carta. Uno no va eligiendo en el menú los platos que le gustan, y rechazando aquellos que no le interesan. La vida es algo mucho más complejo. No sabemos lo que nos va a deparar el futuro. No podemos anclarnos en seguridades. Como mucho, podríamos tratar de aislarnos en burbujas que alejen de nosotros las incertidumbres o zozobras; pero incluso eso sería quedarse a medias. A veces, nos encontraremos con situaciones que no esperábamos, que no queríamos, que no nos gustan o que nos asustan... Y tendremos la opción de cerrar los ojos, mirar hacia otro lado, esperar a que pasen las tormentas... o aceptar la vida tal y como viene, aprendiendo a luchar, que no es otra cosa que asentir”. A diario veo que, en la mente se acumulan un montón de cosas que necesitan ser transformadas y, sin embargo, están ahí, causando un dolor enorme y restando capacidad para vivir generosamente según la vocación y el plan de Dios. Muchas de las cosas que guardamos en el corazón y en la mente, carecen totalmente de sentido. Escribe Anselm Grun: “Sólo lo que recibimos y transformamos alimenta nuestra vida. Y lo que nos nutre también nos impulsa a nutrir a los demás”. Por su parte, Saint- Exupéry escribe: “Desprecio a los que se insensibilizan para olvidar o a los que, simplificándose, ahogan, para vivir en paz, las aspiraciones de su corazón, pues debes saber que toda contradicción sin solución, todo irrepetible litigio, te obliga a agrandarte para asimilarlo” Varios autores de espiritualidad coinciden en identificar el peligro que hoy atraviesa el ser humano que desea iniciar un camino espiritual. Muchos en lugar de inclinarse ante la vida, prefieren agrandarse. Hace algunos meses, vino a constelaciones una mujer porque, en una meditación, había recibido el mensaje de que su hijo había sido abusado y violado. Según ella, había asistido a muchas terapias para que liberarán a su hijo porque el joven actuaba extrañamente. En el trabajo realizado, nos dimos cuenta que el abuso y la violación eran de la madre, no del hijo. La mujer proyectaba sobre su hijo su realidad, porque no deseaba admitirla. Se negaba tanto a reconocer la verdad que, se había engrandecido y, su ego no le permitía acoger la verdad. Ni siquiera proyectando sobre otros la realidad, esta mujer vivía en paz. Lo que no se asume no se transforma y termina anclándonos y conduciéndonos a actuar con soberbia, aunque creamos que, lo estamos haciendo desde el amor. Padre, me pongo en tus manos; haz de mí lo que quieras; sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo; lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque tú eres mi Padre (Carlos de Foucauld)Francisco Carmona
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